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Umbrío, el pintor cruel

Era una tarde serena en que el arrebol de los rayos de sol vestía el bosque multicolor de diáfanos colores. Yo me encontraba observando a la distancia las ramas de los árboles que se entrelazaban unas a otras, formando un arco dimensional. Sabía que si la cruzaba entraría en los dominios de Umbrio, donde todo, hasta lo más pequeño, se volvía real con su poder de pintar las cosas. No sabía nada de él; pero su sólo nombre, provocaba un escalofrío en mi ser, como escarcha de afilados cuchillos.

Entonces decidí pedir un consejo a mi amigo Angelador. Le llevé un dibujo de una espada de cristal para que él la convirtiera en una real; sería mi guardiana, mi protectora y guía en esta travesía que pensaba emprender "aún no sabiendo el porqué". Sólo me movía una gran curiosidad, y desentrañar el porqué del estremecimiento que me provocaba ese ser.

Ya con mi espada en mano partí rumbo a las tierras de Umbrio. Crucé el umbral y fui succionada por una fuerte energía, pero agarré mi espada justo a tiempo; la clavé en tierra, paré mi caída mortal. Se notaba que en sus dominios había una energía oscura: debía proceder con precaución. El lugar era inhóspito, ¿Qué pasaría al verlo?

Comencé a caminar. Había grandes pantanos y montañas de diversos colores, ¡Qué contraste de diversidad! Por una parte me abstraía con los colores de las montañas, y por otro, el efecto del pantano me producía rechazo total.

En eso me quedé observando una pequeña ardilla que trepó presurosa a mi hombro, como dándome una advertencia. La miré a los ojos, unos pequeños ojitos juguetones, y vi en su mirada la de Kumo, que me trasmitía un mensaje (ella podía comunicarse con los animales, cualidad de antaño). Me decía: “¡Ten cuidado con Umbrio, siento su presencia cerca de ti! “. La ardilla corrió veloz, trepándose a un frondoso árbol. Quedé pensativa, ¿qué acontecimiento estaba por venir?

Lector, que saboreas cada palabra, ven conmigo y veamos.

¡Quién diría que en las mañanas pueden suceder eventuales sucesos! En la mía se aprestaban a suceder, mi nombre es Spirits, provengo de espacio-tiempo más allá de los entendimientos humanos. Debería de haberme presentado, pero dicen: “Más vale tarde que nunca”. Bueno, continuando la narración: me encontraba caminando entre frondosos sauces que gustaban de hundir sus raíces y ramas en el pantano, cuando distinguí un pequeño bulto colgando y pataleando de uno de los árboles. Me acerqué para ver de quién se trataba, y para mi sorpresa era Viento-Sur, que había caído en una trampa, ¿Pero quién la había puesto y para que fines? Esa pregunta surgió en mi mente mientras ayudaba a liberarla, cortando la soga que la tenia suspendida; ¡claro! del porrazo no se salvó, pero cayó sobre la verde grama que cubría ese lugar.

Ella salió de la red dándome las gracias. Algunas veces coincidíamos en los viajes estelares, era mi amiga, al igual que Kumo.

Le dije: “Debemos descubrir quién pone esas trampas.”

Partimos juntas, fue una sorpresa encontrar a Viento-Sur, era nuestra costumbre saludarnos cada cierto tiempo allá, en mi Reino Azul, pero encontrarla aquí… ¡Vaya!, el mundo puede ser un lugar pequeño. Ahora, deberíamos desentrañar juntas quien estaba detrás de las trampas, y a quién habría atrapado aparte de mi amiga.

Cruzamos el gran pantano donde nos encontrábamos, la tierra estaba tan blanda que nos hundíamos quedando nuestras vestiduras impregnadas de fango haciéndose pesado el caminar; entonces a Viento-Sur se le ocurrió pedirle a unos caracoles que nos transportaran: en primera instancia les solicitó que crecieran; luego, ya grandes, subimos a sus caparazones. Montados en ellos dejamos el pantano atrás (los caracoles resultaron ser muy rápidos, era una cualidad que se les confería al crecer, y duraba sólo lo que el encantamiento se prolongase), llegando a la entrada del Bosque Lluvioso.

Bajamos de los caracoles que se devolvieron; a medida que los perdíamos de vista se iban achicando. El encantamiento sólo duraba el tiempo que fuera necesario su uso.

No se divisaba a ningún ser humano; éramos sólo nosotras dos. Nos pusimos a observar los árboles del lugar y vimos que se formaba una avenida de pinos que unían sus ramas entre sí, mostrando el camino a seguir en medio del bosque. Decidimos avanzar por la avenida aquella. Vimos que a medida que nos internábamos se hacía más estrecha, queriendo atrapar al visitante. ¿Sería una casualidad? Pronto lo descubriríamos.

Seguimos nuestro camino. Intuíamos que con Viento-Sur pronto sabríamos el porqué de esas trampas y si tenía que ver con que no hubiéramos visto a los unicornios que deambulaban por todos los reinos y comarcas de las dimensiones por las cuales transitábamos. Así que nos internábamos más y más con ganas de llegar pronto.

Salían bajo las piedras ramas rastreras que querían aprisionarnos pero nuestras largas botas nos protegían del terreno abrupto.


Nuestro camino estaba a punto de darnos una sorpresa: con gran asombro vislumbramos una cabaña al final del trayecto. Nos acercamos con precaución, llamamos a la puerta, golpeando. Vino a nuestro encuentro un hombre fornido de unos dos metros. Se presentó diciendo su nombre; escucharlo nos estremeció: se llamaba “Umbrío”. Nos dijo en palabras de advertencia: “¡Nadie entra en mis tierras si no es atrapado o muerto!”

“Soy un coleccionista de seres mágicos a los cuales extraigo sus cualidades pasan a ser parte de mis poderes así puedo volver real lo que pinto”. Dicho esto, nos dio un ultimátum: Partir o batirnos a duelo.


Por el bien de todos los cautivos que pudimos ver con Viento-Sur en jaulas, tales como unicornios, hadas, duendes, entre otros, decidí cruzar espadas con él. El combate sería a muerte; antes, le dije a Viento-Sur que si yo moría, le traspasaría mi poder de viajar en el tiempo, de desplazarme velozmente como solía decir.

Así que, desenvainando mi espada, me puse en guardia frente a mi oponente que se aprestaba a atacarme. Sacó un hacha que tenía detrás de su espalda. En verdad era muy alto, amedrentaba su tamaño, mas mi fiel compañera sabría defenderme; mi confianza estaba en ella.

Umbrío lanzó una estocada directa a mi estómago. En eso retrocedí dando un salto atrás, caí de espalda. Atajé el segundo ataque colocando mi espada, pero él logró rozarme el hombro hiriéndome, ¡Qué dolor sentía! Aproveché de ponerme a resguardo girando sobre mí en el suelo. Cogí mi fiel espada y le acerté un golpe a él en su antebrazo; fue un corte profundo. Comenzó a sangrar enfurecido.

Viento-Sur no perdía detalle de la pelea y estaba muy nerviosa; lo podía ver en su mirada. Este duelo parecía de nunca acabar; él me vigilaba a la par que yo lo hacía. Cuando me distraje un instante, Umbrío me lanzó un fuerte golpe cortándome una mechón de cabello. Ahí me di una vuelta de 180 grados, y usé espada para darle con todas mis fuerzas, hundiéndola en su pecho, sabía que era él o yo; aquí, no habían puntos medios. Cayó de rodillas, le di el golpe final cortándole la cabeza, que rodó más allá. Justo en ese momento toda la energía-vida que les había sido arrebatada volvió a las criaturas mágicas. Los barrotes de las jaulas que los aprisionaban desaparecieron, quedando ellos libres.

El cuerpo de Umbrío se convirtió en cenizas que el viento sereno disipó de un soplido. Mientras, alrededor de nosotros, veíamos todo un desfile de seres hermosos, tales como hadas que volaban danzando en algarabía junto a los unicornios que prendían sus cuernos, y pequeños duendes que corrían uno en pos del otro con regocijo en sus miradas, agradecidos por siempre con nosotras, (Ellos debían ser liberados pues sostenían la energía vida de los reinos con la unidad, con la luz). Viento-Sur saltaba de alegría, reía y lloraba emocionada, y les pidió a las flores del lugar que crecieran y esparcieran su polen al viento. Miles de colores llenaron el cielo; fue un momento mágico de algarabía.

Era tiempo de volver, la labor estaba cumplida. Con Viento-Sur chocamos las manos, nos abrazamos, gentilmente les pedimos a una pareja de unicornios que nos llevaran; ellos accedieron con mucho cariño. Pasamos la avenida de árboles que ahora lucía encantadora, llena de flores; donde antes había ramas rastreras, ahora estaba lleno de colores. Era un tapiz maravilloso.

El sol nos envolvía con sus rayos dorados; era la más acogedora calidez después de todo lo vivido. Hasta la herida de mi hombro había sanado por el poder de la magia del lugar. Todo se había renovado.

Los unicornios nos condujeron adonde estaba la entrada a este lugar justo en el pantano; así que con Viento-Sur descendimos de los unicornios, dándoles las gracias.

Cruzamos el umbral. Viajamos tan rápido, que con sólo pensarlo estábamos ya al otro lado en mí Reino Azul, donde todo es armonía. La paz había llegado a los reinos, pues había sido cortada la cizaña, la libertad se expandía a raudales con la vida recobrada de los seres etéreos.

Texto agregado el 01-11-2012, y leído por 479 visitantes. (14 votos)


Lectores Opinan
07-07-2016 Me ha gustado la narración, la descripción de los paisajes, la lucha con el personaje. Tiene magia. paulasol
21-09-2013 género fantástico mezclado con mitología, todo es posible en el dominio de la mente, los seres mitológicos me recordaron a Tolkien, seres que tal vez simbolizan un mundo arcano perdido al que, sin embargo, siempre podemos volver quilapan
12-04-2013 A veces con un dato, o un par yo escribo algo totalmente imaginado de algún cuentero. Siempre desde el respeto y no dar una imagen distorsionada de la persona que se esconde tras el nick. De lo que alguien me haya contado en privado, NUNCA lo aireo. Es lo mejor: vive y deja vivir. Gracias por compartir. estrella-fugaz
12-04-2013 Un estilo fresco, natural, cautivador que nos adentra en un mundo fantástico, de fantasía. Tengo por ahí algún escrito de este tipo. Fue de los primeros que escribí. Utilizaste nombres de cuenteros que no creo se molesten, un texto literario es eso: creatividad e imaginación. estrella-fugaz
29-11-2012 Muy buen cuento, Spirits, felicitaciones. Legnais
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