El pasajero frecuente de mi cabeza viaja conmigo y busca orientación. No pierde detalle del paisaje. Se sienta con mis memorias a darle instrucciones acerca de la vecindad que tiene con el tiempo. Dice ser un vagabundo constante, infinito. Ha rechazado coronaciones y lunas de papel para un palacio. Su combinación de felicidad es el desierto con la oración. Clama a un dios que inventó en su rutina. Mis memorias empiezan a creerle. Recelosas de todo lo que soy capaz de transportar, aprendieron a ser amaestradas por este pasajero. Les conmueve su sonrisa de chiquillo. Traman entonces su felicidad. Darles un país —el mío— de recuerdos. Vestido con esas imágenes guardadas en mi cabeza, el pasajero luciría atuendos remotos. Se acostumbraría a mis caminos, besaría mis mujeres reflejadas con la tinta del silencio. Sería su aviso de mudanza a costas más internas en mí.
Texto agregado el 01-11-2012, y leído por 141
visitantes. (1 voto)
Lectores Opinan
05-11-2012
Ese pasajero quixzas esta buscando tierra firme...asentado en la esperanza de hallar ese paisaje de con tinta y silencio para mudarse a la ilusion de su florida sonrisa eterna...
Tienes la felicidad de un niño en su juguete nuevo..y trnsmites mucho en tus escritos....me encantasssssssssssssssssssss
Van cien..doscientas..y hasta mil una palomita hacia tiiiiiii Isita_paloma
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