Hace algunos años atrás la opinión pública se vio conmocionada ante el caso de un brutal, feroz y sanguinario asesino serial de mujeres. Su nombre era Carlos Bossio y aparentaba ser un muchacho cordial y cariñoso. No era lo que se dice muy guapo o apuesto, pero su enorme altura (medía un metro noventa y cinco) y sus gigantescos pies (calzaba cincuenta) le daban un toque de seducción que lo volvía irresistible para las integrantes del sexo femenino. Además, se decía que Carlos había sido deportista olímpico y que habría participado en las competencias de natación en los Juegos de Barcelona (1992).
Sesenta y siete mujeres fueron asesinadas por este brutal criminal y todas, sin excepción, no solo las asesino sino que además les tiró un Queso. Sí, sus crímenes se hicieron especialmente famosos por varias razones. Primero, por la ferocidad con que asesinaba a sus víctimas, siempre utilizaba enormes y largos cuchillos, y solía aplicar varias decenas de puñaladas, llegando incluso a contabilizar hasta más de sesenta en más de un caso. Segundo, porque después de asesinar a las mujeres, sobre los cadáveres de cada una de sus víctimas siempre tiraba enormes trozos de Queso, generalmente esos Quesos de grandes y voluminosos agujeros, como el Gruyere o el Emmenthal.
De ahí que la prensa comentara sus crímenes diciendo “la asesinó y le tiró un Queso” o “la asesinaron y le tiraron un Queso”. Por esta razón, y no por ninguna otra, es que a Carlos la prensa lo bautizó como “El Queson”.
A Carlos le gustaba asesinar vestido totalmente de negro, la ropa del asesino variaba entre una polera negra o un traje bien elegante, y siempre, sin excepción, con guantes negros cubriéndole las manos. Para Carlos lo ideal era tambien taparse la cara con un pasamontañas, pero aunque es lo recomendable para cualquier asesino, no siempre asesinaba de esta manera, y era común que tuviera que cometer sus crímenes con la cara descubierta.
No siempre repitió el mismo modus operandi en sus asesinatos, pero el más común y el que más uso consistía en atar a las chicas en las camas generalmente tanto de brazos como de piernas. Antes de asesinarlas solía someterlas a un extraño juego sexual donde Carlos ponía sus enormes pies sobre las caras de sus víctimas. Luego, siempre con el cuchillo en la mano, las obligaba a chuparles, besarles, lamerles y olerles los pies. Que siempre tenían un intenso y apestante olor a Queso, pues jamás se lavaba los pies.Carlos tenía una extraña obsesión con los Quesos, y en sus momentos de delirio el mismo se creía un Queso. Por eso le gustaba oler a Queso, y su alimentación consistía en una enorme proporción de Queso. Era común que en muchos días sus comidas se redujeran a un trozo de Queso de cualquier clase o variedad como desayuno, almuerzo y cena. Cuando iba a una fiesta, cosa muy habitual, Carlos no se movía de la mesa de Quesos, devorándose todo en el sentido real de la palabra.Todo comenzó la noche del 30 de abril de 1996 cuando Carlos cometió su primer acto criminal, que fue en realidad un doble crimen, pues dos chicas, Débora González y Laura Marioni, estudiantes de medicina, fueron brutalmente asesinadas en un departamento. Vestido totalmente de negro, con un pasamontañas cubriéndole la cara y armado con un gigantesco cuchillo, Carlos irrumpió en el departamento donde vivían las dos chicas. A Débora la sorprendió estando acostada, y la ató de pies y manos a la cama, luego la sometió al juego de los pies, y finalmente la asesinó de unas cuarenta y cinco puñaladas y le tiró el Queso. Carlos pensaba retirarse del lugar cuando sorpresivamente llegó al mismo Laura, por lo que se vio obligado a eliminarla para evitar la presencia de cualquier testigo. La degolló con el mismo cuchillo con que minutos antes había asesinado a la otra chica, y también le tiró un Queso.De esta manera quedó incorporada la mecánica que Carlos Bossio repetiría una y otra vez en sus sangrientas crímenes, asesinar a las chicas con un cuchillo y luego tirarles un Queso. Ese mismo año, el de 1996, Carlos asesinó a otras cuatro mujeres, el 2 de junio en Gladys Sánchez (prostituta, la apuñaló después de tener sexo), Mónica Radebe (maestra, a la que apuñaló debajo de la ducha al estilo Psicosis), Mariela Montesano (enfermera, la asesinó de varias puñaladas en un ascensor) y Andrea De Felippe (vendedora, la sorprendió mientras dormía y la sometió al juego de los pies antes de asesinarla). Ya en el verano de 1997, mientras trabajaba como bañero en Playa Grande, Carlos asesinó a dos chicas después de seducirlas en boliches, fueron identificadas como Bettina De Biase y Paula Díaz. Estas fueron las primeras ocho víctimas de Carlos Bossio.
Ahora bien, ¿Cuál fue la razón que llevó a Carlos Bossio a cometer esta escalada de crímenes? Como vemos, una vez que empezó a asesinar ya no pudo parar, lo siguió haciendo, una y otra vez, sin parar nunca. Nos tenemos que remontar al verano de 1996. Como todos los años, Carlos (que era un experto nadador y había competido en los Juegos de Barcelona) trabajaba como bañero en un balneario de Playa Grande (Mar del Plata). En esa circunstancia fue que conoció a quien sería su primera víctima. Se enamoró profundamente de ella, pensando incluso en casarse e iniciar un proyecto de vida en común. Pero la chica desapareció bruscamente y al regresar a Buenos Aires, Carlos descubrió que estaba próxima a casarse con otro hombre. Carlos se sintió víctima de un brutal engaño y los deseos de venganza lo convirtieron en un criminal. La obsesión de amor dio paso a una obsesión criminal.Quizás influyó en esto la propia historia personal de Carlos. Jamás supo quien fue su padre y su madre fue una prostituta de alto vuelto, que trabajaba en hoteles lujosos para clientes poderosos del mundo de la política, el empresariado y el deporte. Por esto, Carlos cuando aún era Carlitos tuvo una infancia dual: no le faltaba nada en cuanto a comodidades y lujos, pero le faltaba todo en cuanto a afectos. Cuando Carlitos tenía doce años, su madre fue brutalmente asesinada a cuchillazos por un basquetbolista. El crimen tuvo una gran resonancia en la opinión pública y sin duda, influyó en la personalidad de Carlos. Carlos heredó una gran fortuna, primero de su madre, y luego de su tío, con quien vivió hasta los dieciocho años. Luego Carlos comenzó a vivir solo y se convirtió como vimos en un gran asesino.Podríamos seguir enumerando los asesinatos de Carlos, pero puede ser un relato demasiado excesivo en nombres y fechas. En 1997 cometió otros cinco asesinatos, apuñalando a una prostituta una abogada, una cantante, una actriz y una empleada bancaria. En enero de 1998 regresó a la costa, y volvió a cometer otros dos crímenes, aunque esta vez solo uno en Mar del Plata, y el otro lo llevó a cabo en Villa Gesell. Ese año, sin embargo, se cuidó, tratando de cometer la menor cantidad de crímenes posibles. Acuchilló a la secretaria de la multinacional y tiempo después, hacia el mes de octubre, mientras se encontraba en Bariloche, cometió un celebre triple crimen, asesinando en un mismo hecho a tres chicas.Siete asesinatos cometió Carlos Bossio en 1999. Esta vez cambió el perfil de sus crímenes. Tras asesinar a dos chicas otras vez en temporada de verano, el asesino compartió una cena con unos amigos. Por esas cosas de la vida, descubrió que la esposa de ese amigo era una mujer infiel. Carlos entonces la asesinó, y junto a ella, a la mucama. Ese año apuñaló también a otras dos mujeres sospechosas de ser infieles a sus parejas. En el medio, Carlos se convirtió en asesino internacional, pues en algunos días en los que permaneció en Montevideo, donde cometió un doble crimen, pues apuñaló a una chica y degolló a otra (y le tiró un Queso a la dos).En el año 2000, la furia criminal de Carlos no había tenido fin. Sin embargo, ocurrió un hecho muy especial en su vida: el asesino contrajó matrimonio. Con su esposa, Carlos cometió una gran estafa. Como consecuencia de la estafa, Carlos terminó asesinando a otras dos mujeres y finalmente, a su propia esposa. Lo podrían haber descubierto, y de hecho, una periodista lo hizo, pero Carlos la asesinó a cuchilladas (y le tiró un Queso, por supuesto) antes de que la investigación de esa mujer pudiera llegar a difundirse.
Se trató de la oportunidad en que Carlos más cerca estuvo de ser descubierto. Lo hizo fácil: huyo primero a Nueva York y luego a España, permaneció en Europa un par de años. Allí siguió asesinando. Ciudades como Madrid, Barcelona, París, Ámsterdam, Berlín, Viena, Venecia, Roma y hasta la mismísima Londres sufrieron sus brutales crímenes siempre acuchillando y tirando Quesos. Estaba en Europa cuando conoció a quien sería su segunda esposa, una chica argentina que trabajaba de modelo.
Carlos había pensado en asesinarla la primera noche en que la conoció, pero por esas cosas de la vida, resolvió darle una segunda oportunidad. Así nació entre ellos una auténtica relación de amor que terminó en el casamiento, realizado cuando regresaron a la Argentina. Como su esposa era modelo, se convirtió sin querer en la gran proveedora de víctimas de su esposo.
Carlos jamás terminó con su furia criminal y siguió asesinando (y tirando Quesos), aunque trataba de cometer sus crímenes con mayor espacio temporal y evitando riesgos innecesarios. En esta etapa casi todas sus víctimas fueron bellas y jovenes modelos, como por ejemplo, Belen Francese o Karina Mazzocco.
Finalmente, Carlos terminó asesinando a su suegra en 2005 y un año después, en 2006, a su propia esposa. A su suegra la apuñaló en la boutique que tenía. A su esposa le clavó un cuchillo que le atravesó el cuello. Si la policía hubiera investigado bien, seguramente lo deberían haber descubierto, pero pésimas investigaciones le siguieron dando impunidad a Carlos. Finalmente, en diciembre de 2007, cometió un célebre quintuple crimen. En una misma casa y en lapso de dos horas, asesinó a su cuñada, a dos amigas de esta y a dos empleadas domésticas.
Esta vez lo descubrieron. Carlos cayó preso y el mismo confesó ser el autor de los crímenes. “Soy el Queson” manifestó en una entrevista policial “No podía dejar de asesinar, quería que me descubrieran, pero no lo hicieron, por eso asesinaba a todas esas modelos, cercanas al círculo íntimo de mi esposa. No lo hicieron. Asesiné a mi suegra. Era obvio que era yo, pero investigaron mal. No quería asesinar a mi esposa, la amaba de verdad, pero mi instinto criminal me llevó a clavarle un cuchillo como se lo clave. Si hubieran investigado bien, me tendrían que haber descubierto. No lo hicieron. Eso me llevó a cometer el quintuple crimen. Ahora sí, era obvio que fui yo”.Se lo encontró culpable de sesenta y siete homicidios, aunque el declaró ante la justicia haber asesinado a más de “trescientas mujeres”. El juicio fue muy celebre. El propio Carlos se cansó de decir la “inutilidad” del juicio. “Soy un asesino, merezco estar encerrado de por vida, no debo salir más en libertad, no quiero volver a matar a ninguna mujer, que me condenen a perpetua”. Carlos permaneció un tiempo prudencial en la cárcel, allí dio muchas entrevistas que sirvieron para publicar varios libros sobre su carrera criminal. Carlos permanece allí, detenido, en una prisión de alta seguridad. Tan mal no la pasa: todos los días come un Queso, y sigue siendo feliz recordando los crímenes que cometió y la estela de sangre que dejó. |