Sintió una pulsación dentro de su cuerpo, algo que le presionaba el pecho, las arterias, el corazón. Se sentó en la cama y el dolor no se le quitaba, tomó un calmante para mitigar el dolor que sentía dentro de su cuerpo, el somnífero lo dejó postrado en la cama. Una persona con traje, corbata, sombrero de copa, pantalón ancho, todo de color negro se le acercó a la cara y le susurró:
-¿te duele el alma verdad?-
-Si- le contestó.
-Puedo ayudarte y quitarte ese dolor para siempre-
-¿cómo me podés ayudar?”-le preguntó.
Vamos, demos un paseo, lo tomó de la mano y lo llevó a lugares donde las almas vagaban perdidas.
-quieres andar como esas-le dijo.
-no, no creo-respondió.
Tu cuerpo está pagando caro tus excesos y vicios, ¿que acaso no recuerdas como fue tu vida antes?; “sí contestó, pero eso fue en el pasado”,-ahora ya no, pasado, presente y futuro- que no recuerdas las veces que aspirabas ese humo blanco de la pipa de vidrio, parecía tu alma entrando y saliendo de tu cuerpo, cuantas veces te diste el “placer” de inhalar ese humo nocivo y llevarlo dentro de tu cuerpo. Cuantas veces aspiraste esa línea blanca por tu nariz hacia tu cuerpo, cuantas veces no sentías la angustia, el éxtasis corporal y que el alma se te salía por el efecto, no sentías que tu alma divagaba, que se retorcía por la elevación de ese polvo blanco que inhalabas dentro de tu cuerpo, cuantas veces no confundiste el polvo con el alma, te dejó más ganas para ver el anochecer y el amanecer de varios días, hasta que tu alma quedaba hecha trizas y cansada por ese efecto.
Te recuerdas cuando embriagabas el alma con esos néctares transparentes turbios y amarillentos, con ese sabor agrio y ardiente destilando por tu boca y que te quemaba el estomago, después descontrolaba tu cerebro, para luego dejar tu alma embriagada, somnífera, efímera hacia las personas, vagando alcoholizada por todas esas calles y avenidas, buscando más líquido etílico, no le bastaba lo que le dabas a tu cuerpo; ella quería más, mucho más, hasta quedar tendida en alguna calle o avenida con laguna mental. Tu alma vio, recorrió y tomó todo eso, ¿que puedes esperar que haga tu alma ahora?, ya es tiempo que la dejes descansar un poco, no un poco, yo diría totalmente; en eso te puedo ayudar, a quitarte el dolor de tu pecho, pero no es el pecho el que te duele, es tu alma, la que está pidiendo a gritos que la dejes salir de tu cuerpo, parece que ese cuerpo físico y material ya no la merece.
-¿qué dices?, ¿te ayudo con ese dolor?, ¿me das tu alma?
Vamos, entrégame esa sustancia etérea propia y única, dame esa esencia interior tuya, la tuya no creo que sea eterna, ya tiene tiempo estipulado; es lo único que te quedará después de la muerte.
-¿qué dices?, ya es tiempo que me entregues el alma.
-¿Vistes las almas que deambulaban y vagaban por ahí?-esas ya las tengo en mi mano, solo las he dejado un momento para que sientan lo que es no tener un cuerpo propio, pero las tengo a mi merced.
-¿Que ves allá a lo lejos, fija tus ojos a los lejos, que ves?- Es una luz brillante y resplandeciente a lo lejos de un túnel.
-sí la veo pero no quiero caminar hacia esa luz-
-no eres tú el que va a caminar hacia allá, es tu alma la que se va a encaminar a la luz-
De pronto se encontró en una camilla de hospital, vestido de color blanco, unos tubos salían de su boca y la nariz, el sonido agudo de una máquina a su lado lo tenía confundido, mostraba unas líneas verdes que subían y bajaban cada cierto tiempo, todo le pareció confuso, se tocó el pecho y el dolor había desaparecido, “¿pero… y mi alma?”-se preguntó-.
Se le acercó un doctor, lo saludó y le dijo: “tuvo suerte señor, el ataque a su corazón no fue muy intenso, lo pudimos salvar, debe tener dieta, si puede haga ejercicio, eso le ayudará a su salud” -le dejaré varios medicamentos para que se recupere-.Cuando lo llevaban en la silla de ruedas hacia la salida del hospital, observó a su lado personas quejándose del dolor por las enfermedades que padecían, mientras lo dejaban en un pasillo vio a su derecha y un cuerpo era sacado envuelto en una sábana blanca, era la morgue del hospital.
Una persona con traje, corbata, sombrero de copa, pantalón ancho, llevaba el cuerpo hacia una carroza fúnebre pero al mismo tiempo lo vio en la silla de ruedas, se le acercó muy despacio, él tuvo un poco temor, le susurró al oído: “ahorita llevo un alma para mi regazo, tienes una segunda oportunidad, no la desaproveches, pero estás en mi inventario, llegarás tarde o temprano.”
Vio como subían el cuerpo a la carroza fúnebre, pensó -ni por cerca quiero caminar al final de la luz del túnel- un dolor agudo le comenzó otra vez en el pecho, se llevó el brazo derecho para mitigar el dolor, pidió un vaso de agua para tomarse los medicamentos, estos hicieron su efecto le calmaron el dolor y sintió que se quedaba dormido en la silla; exclamó:
-¡no, no quiero dormir!¡ no puedo dormir!-
-¡no quiero caminar hacia la luz todavía!-
-quiero mi alma, aprovecharé esta oportunidad, la quiero todavía-.
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