¡La tengo!, ¡la tengo! ...-Se decía a sí mismo. La idea trataba de escabullirse hábil por entre los mentales dedos. El siguiente paso era igualmente complicado; plasmarla. Comenzó a trajinarse buscándo la libretita que guardo exclusivamente con ese fín, y ahí comenzó el problema, pués apenas apartó la atención de la idea, lo asaltaron multiples pensamientos que luchaban con sus mentales dedos. La idea tampoco ayudaba mucho, pues aunque no parecía querer escapar, tampoco se aferraba. La vista también jugaba en contra mostrando una que otra bella joven, alguien leyendo el diario matutino mostrando el nuevo (o no tan nuevo) escandalo de la semana en titulares, otro por alla jugando un novedoso juego en su teléfono, personas escuchando música o leyendo libros, y la voz del piloto del tren que anunciaba cada tanto el nombre de la estación, trayendo consigo el miedo de pasarse de largo a la siguiente estación. Por fin sacó la libreta, enárbolandola triunfante (todo el carro se dió vuelta a mirar a aquel loco de la libretita) cuando entonces se dió cuenta de que ya no había idea, que estaba atrasado y de que el conductor anunciaba con lacónica voz la estación donde debía bajarse.