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Esforzabame inútilmente, utilizando todo cuanto sabía, pero era obvio, incluso para el ser más ignorante del mundo, que el halito vital le había abandonando horas antes y no existía nada que pudiese evitarlo. Pudo ser el causante de esta desdichada situación el veneno en su vino, o quizá el cuchillo en su pecho tenga algo que ver, incluso la soga en su cuello era principal candidata del cruel acto…, esto y muchas más atrocidades - ¿Qué me había hecho pensar que podía salvarle?- vaticinaban el morboso espectáculo. Sí, digo espectáculo, pues su aparatosa muerte había servido para un macabro fin, algo que en simples palabras no puedo explicar ahora, pero un fin después de todo. El más puro arte de los artes llevados al extremismo.

Ahora recuerdo sus ojos inyectados en sangre y sus labios articulando palabras de clemencia, pero una fuerza muy superior a mi voluntad habíame poseído desde el momento en que le dediqué una de mis penosas letras. Un tonto poema escrito tiempo atrás, por mi época de adolescencia, que creí perfecto para dicha ocasión: Una presentación formal, un artista de nada y de nadie queriendo conocer personas nuevas para hallar una fuente fija de inspiración puesto que las musas no clavaron sus ojos en mí desde un principio, por lo tanto, inconforme e inocente, forcé el llamado a su puerta. Tonto de mí.

Quien era ya no es, pues lo que yace en el suelo no es quien era – contenedor vacío de esperanzas y sueños que tan febrilmente habíame contado. En mis manos aun grita la fría y seca sangre que de su pecho brotó a borbotones, y con ella escribo, con ella versifico el momento, atroz y carmesí, lo inmortalizo en su triste memoria.

Creo recordar su nombre…, bueno, no realmente. Sólo una vez pregunté por él, mas aunque respuesta inmediata recibí, mi mente se hallaba divagando en esa aura de melancolía tan peculiar que le rodeaba. Un aura ciertamente atrayente, pues pude observar como no era yo el único que posaba su mirada atraído por esa singular característica. Ahora el fervor del momento se ha fugado, mi momentum creativo se ha esfumado amargamente y no encuentro, entre mi extenso, pero al parecer limitado, vocabulario algún adjetivo para describir esa fuerza atrayente, de proporciones no menos que magnéticas.

Los versos malditos que he redactado sabrán relatar en detalle toda la pasión que puse en tan infame oficio. Omito, por supuesto, la descripción detallada de mí actuar. Pero fuera de los versos puedo, o mejor dicho: quiero relatar en hábil prosa - tan hábil como los despojos de mi sanguinolenta inspiración me permita- todo cuanto ha sucedido esta noche, pero he de advertir, a quien quiera leer las letras que mi mano habrá de escribir que no se detenga en cuanto encuentre el primer paso de mi metódica creación, pues se estará privando de una exquisita obra maestra.

Continúo: Decía anteriormente que le había conocido presentándole una de mis más patéticas creaciones, verso infantil, inverosímil e incluso siguiendo la muerta costumbre de la rima. Pero no pareció disgustarle mi singular acercamiento, de hecho pareció disfrutarlo, y he de aceptar que su reacción me sorprendió de sobremanera. Una vez pude sentarme a su lado pude reparar mejor en cada detalle que a primera vista rehuía de mi mirada, sin embargo cada uno de esos detalles se opacaban rápidamente ante su triste mirada. No importaba cuanto me esforzase en dilucidar sus demás características, aquellos ojos cargados de hiel me erizaban la piel y al tiempo me producían una excitación que nada, ni nadie, antes jamás hubo producido en mí. Su aura melancólica me rodeo por completo, sus palabras iban cargadas del más pesado congojo, aún cuando intentaba expresar cosas alegres.

La charla se extendió por horas, días, meses. ¿En qué momento me armé del suficiente valor como para efectuar tan vil acto? Dicho momento ocurrió el día cuando entendí que tal fuerza arrolladora, proveniente de su eterna tristeza, era aquello que había buscado en vano durante tantos años. Sin dudarlo más que dos segundos - sí, me había convertido en un ser de esos que llaman “asesino”, pero yo prefiero llamar “artista”- empleé el resto del tiempo por una semana entera en planificar a fondo, sin descuidar ningún detalle, todo cuanto haría para saciar mi sed de inspiración, mi eterna búsqueda por las musas, ese sensorium que los dioses habíanme negado el día de mi nacimiento.

Una cena en su casa. Inocente criatura ¿cómo habías tentado al destino? No importa ahora pues el veneno en tu vino baja suavemente por tu garganta y el momento en que cierras los ojos para despejar el mareo recibes setenta y tres puñaladas de mi mano, inclemente y ciertamente injusta, para luego anudar una pequeña soga en tu cuello. La sangre brota sin parar, inundando la habitación con su metálico aroma y la excitación comienza a crecer, el deseo, el instinto, todo cuanto no pertenece a lo racional ahora domina mi cerebro y alma.

Rápidamente tomo un trozo de papel y una pluma que no necesita tinta, la sangre juega bien ese papel, y antes de que el frenesí me abandonara, retraté en mi mente aquel pintoresco cuadro; quizá, al igual que con la prosa, los vestigios de su sufrimiento sean suficiente para hacer el más exquisito cuadro nunca antes concebido.

Para terminar, con sus últimas palabras rasgadas en el invisible laúd que es el aire, he de componer la más bella sinfonía y agradezco, profundamente, que me librasen de la tediosa tarea de buscarle un titulo –Maldita la hora en la cual un artista sin inspiración cruzó mi camino. Calla ya, querida, calla ya.

Texto agregado el 30-10-2012, y leído por 156 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
30-10-2012 ¡Muy bien! Me gustó mucho!! :-) abartig
 
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