Con las flores amargas te vestías de sus pieles andabas descalza por la acera y seguías el derrotero inacabado. En ese andar tenue me aferré a tu cintura con tus caderas afiladas me heriste en la memoria. Hoy sólo me queda un par de caricias en la mirada.
Texto agregado el 29-10-2012, y leído por 120 visitantes. (1 voto)