MI AMIGO JORGE LUIS

A mi amigo Jorge Luís lo conocí siendo muchacho, cuando mis padres decidieron venirse a Buenos Aires. Ocuparon una casa por Palermo, en la manzana entera que persiste en mi barrio, Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga. El me llevaba algunos años, pero esa diferencia estaba compensada por mi alto nivel intelectual, producto de las lecturas y mis viajes a Suiza, junto a mis padres.
A los dos nos unía el amor por el barrio, la poesía de Carriego y Gagliardi, y ese almacén rosado como revés de naipe. A ese almacén rosado caíamos con Jorge a tomar un guindado en su mostrador de estaño. Nos pasabamos las horas, hablando de poesía, de guapos, de cuchillos y las minas del barrio. Recuerdo que una noche, yo llegué más temprano y pedí una Bidú Cola para pasar el rato, cuando Jorge llegó y se empinó mi vaso, me dijo, te cagaron, este no es uruguayo. Ahí me di cuenta que ya tenía el paladar quemado de tanta Ginebra.
Jorge sospechaba, infundadamente, que yo estaba caliente con su hermana y después de algunas copas , de puro cuida nomás, comenzaba a tartamudear y a ponerse pendenciero, llegando a llevar la mano al cuchillo, con el que cortaba el fiambre el cantinero, que al grito de "saque de ai esa mano", le pegaba un planazo entre los dedos. Yo, en realidad, estaba caliente con la Silvina, con la que al fin me casé, el estaba metido con una tal Concepción Guerrero, una atorrantita, a la que le hacía versitos, pero la mina ni bola y al final se enganchó con una mucho menor que él, que lo llevó a la tumba.
Estuvimos un tiempo sin vernos. Yo seguí escribiendo, pero cada día veía menos. La ceguera heredada de mi padre, me llevaba hacia un fin irremediablemente trágico.
Fue ahí que lo busqué, necesitaba de alguien que transcribiera mis trabajos, y ese podía ser Jorge. El estaba a la sazón laburando de bibliotecario por Almagro. Cuando lo vi, no lo podía creer, parecía una momia. Tenía la cabeza vendada, según me dijo, se la había roto con una ventana abierta, qué boludo!...Estuvo al borde de la muerte. Este desgraciado episodio, inspiró mi cuento Sur, que todos habrán leido.
Cuando me vío se puso recontento. Cuando le propuse ser mi lazarillo, dijo que estaba escribiendo una novela, pero que se iba a dar tiempo para lo nuestro. Yo intuía que lo de la novela era grupo, porque nunca había pasado de unos cuentos y unos versos mediócres, pero no le dije nada y le tiré unos pesos.
Comenzamos a encontrarnos, yo a dictarle y él a escribir. Años pasamos trabajando juntos. Cuando entregué los manuscritos, el editor me dijo.-Qué mierda es esto, un jeroglífico!... Jorge me explico que con el golpe había quedado medio sordo y escribió lo que escuchaba. Que no me lo dijo porque necesitaba la plata, que no creyera que era mala onda, o que era una excusa para no ayudarme, que, que, que al fin me cagó. Y lo peor de todo es que lo público a su nombre. Pero no creo que lo haya hecho de jodido, para mi fue la ponja que le pudrió la cabeza.
A mi se me hace cuento,
que te hayas muerto, Jorge.
Te juzgo tan eterno,
como el agua y el aire.

El Maldito