PASAJES DE INFANCIA (Novela) - Cap. IV
JUGUETES
Yo fui un niño pobre, pero tuve la dicha de estar rodeado de aquel mundo mágico que toda criatura gritona y pequeña anhela tener. Dentro de todas esas cosas, me había tocado vivir y disfrutar a plenitud esa época del año que todo niño esperaba con ansiedad, con la fantasía de ver llegar por las noches a aquellos señores de barbas largas y blancas, de trajes brillantes y dorados, adornados con coronas y capas azules y rojas con campanitas de cristal. Recuerdo esas noches casi de insomnio, en que mis tías me hacían historias de Navidad, y me susurraban que esa noche en que debían llegar los reyes, había que dormir muy profundo porque si acaso llegaban y notaban que yo abría los ojos para verlos, estos desaparecían o se esfumaban como por arte de magia. Así pasaba las noches de aquellos días de Navidad, imaginando montones de cosas, entre ellas soñaba ver como venían montados aquellos señores en altos camellos, con enormes árganas cargadas de cachivaches y regalos que ponían al limite nuestra imaginación: me imaginaba también ver a Santa que venía volando por los aires con su trineo brillante y veloz lleno de sacos de juguetes de toda variedad y colores, los cuales traía para complacer a los niños pobres del mundo. Pero cada noche, al fin y al cabo, el sueño me vencía, y año tras año, siempre me quedaba con la esperanza de ver y conocer algún día, en alguna navidad, a aquellos señores buenos y amables que brindaban juguetes a todos los niños del mundo, fantasía que luego se esfumaba con los años, y que con el correr del tiempo, hasta hoy día añoramos con nostalgia. Pero no todo estaba perdido, porque, sin embargo, aunque nunca pude ver a los reyes, al día siguiente, el sueño prometido por mi familia se había hecho realidad, juguetes por montones, de todos los colores: trompos, carros, pitos, cornetas, coches y dragones, pelotas macizas e infladas, y mucho más. Me habían dejado debajo de la cama o la almohada todos esos regalos que me hacían feliz. Pero no era así para otros niños pobres como yo, que con tristeza lloraban y luego aceptaban lo que les contaban sus padres: que a los reyes, cuando venían en camino se les había averiado el trineo o que se habían extraviado, o que les habían salido pocos los juguetes porque tuvieron que complacer a demasiados niños pobres y buenos. Y me daba mucha pena ver como otros niños vecinos amanecían sin esos juguetes.
De mis "PASAJES DE INFANCIA"
Para Anabel, Aidée y Édely |