PASAJES DE INFANCIA (Novela) - Cap. III
EL MONTE
Antes de entrar en la espesura del monte, se vislumbra a lo lejos el vaivén de las pencas de palmas y el verdor de las hojas del jobobán. Es una de las cosas que más anhelo, estar allí dentro, bajo las sombras frescas, con el follaje tupido y sombrío. El monte es de un verde intenso, y cae sobre mí con su manto de sombras lúgubres y amarillentas. Cantar de pájaros que irrumpe en el silencio: el carpintero, que ríe como loco, con su risa que parece funesta, martillando la palma. La cigua, con su chillido escalofríante, como quien advierte.
Soledad de mil colores. Color carmesí del caimitillo; el cundeamor, que serpentea entre las ramas con su color arrebolado como precediendo el ocaso, y el azul del cielo que aún se cuela entre las pencas.
A la entrada del monte, te encuentras de pronto con el tronco grueso y esbelto de la mata de anacahuita; con su sombra fresca y sombría. Según cuenta mi abuela, la sembró mi padre cuando él apenas tenía once años, pero yo creo que su origen se remonta muchos años atrás, a la época en que nació mi abuelo, porque su tronco, al parecer de casi cien años, es tan ancho como la rueda de un molino.
Ya en el umbral del monte, empiezo a abrirme paso entre las ramas y flores silvestre; me acomodo sobre las hojas frescas del jobobán y allí paso horas enteras, bajo el follaje sombrío del monte umbrío, entre las marañas y el crujirde hojas secas. Yo amo esa soledad, acompañada tan sólo por el SUSURRO del viento que gime entre las pencas más altas, emanando suspiros y alientos que parece que vienen desde lejos. Yo me olvido del tiempo, que acaricia por instantes mi sombra pequeña.
Es tarde ya, y el sol se oculta radiante entre las lomas, dando su último suspiro. El canto triste y lejano de una tórtola anuncia que muere la tarde. Sombras furtivas se ocultan como monstruos bajo la suave luz del crepúsculo que ya presagia el anochecer. Ya casi dan las siete, pero el monte ya lóbrego, está envuelto en el penumbras. De repente algo muy leve rompe aquel silencio, una voz tenue que proviene del patio de la vieja casa me llama. Debo ir.
De mis "PASAJES DE INFANCIA"
Para Anabel, Aidée y Édely |