Solo tus manos tocan
este dolor que late.

En el remolino de mis inquietudes,
solo tu pecho me arrulla, me calma.
Eres el brazo que me aguanta,
que me aprieta hacia ti.

Yo soy un hombre en ruinas,
un olvido de polvo sin tu gracia.

Mis ojos lloran un llanto invisible
que me ahoga, que me cubre.
Solo tú me salvabas de mi mismo.

Tú me das la palabra
con que te digo lo que eres.
Este poema es tuyo,
tú lo escribiste con mis manos.
Nada en mi te es ajeno.

Y en esta osadía de ser tuyo;
entre el todo y la nada,
en tu amor, hoy me dices:
somos uno.