Comienzo a leer un libro de Bukowski y me doy cuenta enseguida de que tengo muchas ganas de escribir. Dejo de leer para redactar o poner orden a mis sentimientos. Buahh! te quiero.
Estos días me he dado cuenta de que ha brotado un amigo en mi camino que no me merezco. Desde hace unos meses es el rostro que más veo. Estoy cómoda con él, cuando las cosas no van bien y estoy aún más cómoda cuando se pone mis tacones en las noches de vicio y perversión. Me encanta.
Me gusta verlo reír porque eso me hace reír a mí. Me gusta que nos hagamos compañía.
Aunque estoy segura de que a él últimamente no debe haberle gustado demasiado dormir en casa de otros porque no puede entrar en su casa. Sí, lo sé, soy lo peor, pensé que le abriría, que me despertaría pero es que fue una muerte súbita con reencarnación lo que sentí.
Días antes le habían partido la cara por tomar una cerveza conmigo. Y por su exceso de rabia se partió la mano derecha contra una pared y ahora esta a punto de perder su trabajo (esto no me gusta, pero creo que a él le es indiferente).
Me alegro de salir más con él, de conocerlo un poco más aunque sé que todavía no lo conozco. De hecho, creo que no lo conoce nadie.
A mí ya me va bien así, no necesito saber más de él. Con compartir cafés matutinos en el Iris o pasear juntos en la noche triste santa colomense tengo suficiente.
Su caótica belleza me inspira. Su humor me enternece. Su mirada me hace renacer y renacer cada día es vital para superar el día a día.
Fregaría los platos de la pica de su casa toda la vida si tuviese la mano jodida siempre.
Por cierto, ¿como tendrá la pica esta semana?