Me Abandonó La Soledad
Tarde fría en mi guarida. Quitándole la ropa a la soledad. Arisca por cierto.
Esa soledad a la que yo amé. Hoy desnuda ya no es la misma de ayer.
Extrañeza del tiempo, de amar, olvidar, volver, escapar.
Traicioné a mi soledad. Ya no la amo, ya no la busco como ayer.
¿O si la amo? No lo sé.
Alma inquieta, heridas cerradas, corazón abarrotado para que nadie entrara.
La puerta seguía sonando. La soledad, celosa del amor, nunca me dejó atender.
¿Destino o descuido? No lo sé.
Abrí y ahí la encontré.
Sonrisa marcada, rostro confundido, mirada inquieta, egoísmo anunciado.
Ella de un lado, yo del otro. Cada uno tirando de la cuerda. Antagónicas.
La soledad, que acierta los presentimientos, se comenzó a marchar.
Hoy la busco, por las paredes, entre los libros, pero está ofendida. Herida.
Quiero reconciliarme con ella. Pedirle perdón, pero definitivamente se marchó.
Es que el amor es egoísta. Inflexible. Preocupante.
El amor llegó, a la soledad venció. A empujones la echó.
Y yo, cómplice de mi cobardía, dejé que todo fluya, tal como el amor me lo pedía.
¿Dónde te habrás ido? ¿Compañía de otro poeta serás?
Te llamo a gritos. Te necesito.
Ayer amé a la soledad, hoy ella me odia.
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