Abarcar una rosa en las manos,
delicada, mecerla en arrullo
con la voz agradecida;
Llorarla,
de pura belleza.

Sentirle en cada pétalo
una lágrima viva,
oculta en la simpleza perfecta
de cada pliegue
exacto.

Descubrirse en el aroma perpétua
del mar al abrir los ojos;
Ser agua en el agua de cada ola,
ser
la espuma.

Dejarse llevar por la corriente
de otros pasos, mirar atrás
y sonreír.
Caminar, dejando al rumbo de lado.

Y mientras, la mar
secretea con la bruma
la noticia de una flor con insecto.
…¡Como si todo fuera importante!

Miro la lejanía.