El perro que comía langostinos en el suelo
Dentro de mi todo era confusión y falta de algo, había caminado tanta distancia solo que mi ritmo ya era demasiado complicado para poder sincronizarlo de nuevo y no es porque no lo hubiera intentado.
Hacía un año escaso que comencé con mi nuevo paso acompañado por mi propia sombra y una canción en mi cabeza, poco a poco las canciones se fueron multiplicando mientras mi sombra se difuminaba lentamente, cada vez estaba más lejos del sol. Encontré pequeñas cuevas donde poder dormir pero yo no era el huésped que esperaban en ese momento, en ese lugar, así que continué mi marcha renqueante y con una falsa sonrisa en los labios.
Momentos de oscuridad me envolvían en una espiral demasiado autodestructiva y me dejé llevar, todo se ponía en mi contra, demasiadas ostias para una sola persona pensé y demasiada soledad para soportar, cada noche lloraba esperando que alguien me acariciara la mejilla mientras me susurraba al oído – no llores, es solo una pesadilla- pero no era cierto, era tan difícil encontrar un simple cariño, llenar esa falta de afecto, cuando lo único que deseaba era entregarme sin preguntas, sin miramientos, solo necesitaba una palabra y esa palabra había desaparecido al igual que desaparecía mi sombra.
Y de repente algo brillo de nuevo, como si la llegada del verano y su calor llenaran el deposito de mi combustible vital y la luz parpadeante de reserva por fin se hubiera apagado, es ese momento las situaciones descabelladas se acentuaban por segundos rodeando de una magia inusual al ambiente que me envolvía, como si una varita me hubiera tocado, sin darme cuenta todo se iluminó, las endorfinas de mi cerebro se aceleraron como si de una carrera de fórmula uno se estuviera disputando dentro de mi cabeza y mi sombra volvió a proyectarse, a interactuar con otras sombras que parecían coordinadas a la velocidad de mis pies…
Y me olvidé de todo,
Me olvide de mi angustia,
Me olvide de mi dolor,
Me olvide de mi olvido,
Comencé a notar de nuevo la caricia de las manos y las miradas que anhelaba sobre mi piel desnuda que ya había dejado de supurar tristeza y comenzaba a irradiar felicidad,
Me soñé de nuevo tal y como solamente uno mismo es capaz de soñarse… especial, único, diferente y gracias a ello me envolví entre gente especial, única, diferente, Todo comenzaba a unificarse a florecer de nuevo,
Me olvide de mi olvido…
Pero al mismo tiempo olvidé que mis zancadas no estaban preparadas para un paseo placentero demasiado largo y la suerte se volvió a cruzar conmigo y me miró con desprecio.
Tropecé y caí de bruces al suelo, los cimientos que me aguantaban se resquebrajaron, astillándose sin darme opción a poder levantarme por mi mismo, así fue como pude ver a aquel perro que comía langostinos en el suelo, relamiéndose, disfrutando el momento efímero.
Y volví a pensar…
Siempre existe una salida, una esperanza a la que aferrarse en un momento en el que parece que todo está perdido…
Lo importante es poder notarlo, sentirlo o verlo.
Apoyé mi peso sobre mi mano derecha y miré al sol y busqué de nuevo mi sombra, allí estaba ella, aún había esperanza, aún quedaban langostinos en el suelo.
|