No recuerdas que reía
en las noches estrelladas,
por corredores de espigas
bordeados de zinc y plata,
que eran nuestros laberintos por donde
me acompañabas.
No recuerdas que corría
por los senderos descalza
y tú tomabas mi talle
y yo tu camisa blanca
y ladeando la cabeza en tu pecho
me apoyaba.
No recuerdas
que decía que estaba enamorada
una luz hería mis ojos
un resplandor me cegaba
porque no alcanzaba a ver más que cielo
en tu mirada.
No recuerdas.
Sin embargo hiere tu ausencia
mi alma.
Ya no hay risas,
ya no hay sueños
ya no hay noches insensatas.
Mas siempre
tendrá sentido
en las noches estrelladas,
mi cabeza en tu pecho,
tú y tu camisa blanca
¡Y aquel ciego resplandor
que era cielo en tu mirada!
Texto agregado el 22-10-2012, y leído por 184
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