Volver al mundo de las letras es como volver a tirarse en picada.
A abrirse en canal y exponer al mundo lo visceral de nuestro ser.
Es como ponerse a escarbar en esas heridas medias cicatrizadas,
y en esas que no lo están tanto,
y en esas que ya sólo son una línea fina y sin gracia.

Volver a este lado del papel es como intentar arrodillarse de nuevo.
Y tirar sobre el pavimento las letras desgastadas,
las palabras usadas y empacadas,
desordenar todo lo organizado,
todo lo cuidadosamente escondido,
y mirar a la gente que pasa.
Indiferente.

Y observar con lástima estas pequeñas heridas,
que sangran y se retuercen desde el piso,
que lloran por atención.
Patéticas.

La gente sigue y me pregunto,
¿Valdrá la pena intentar poetizar este dolor que siento ahora...?
Que sin duda me parece tan absurdo.
¿Valdrá la pena intentar sacar de mí y exponer,
aquello que cuesta tanto nombrar aún para mi misma?
Y que es tan ridículo.

Las personas se alejan, todas tras sus rutinas.
Y me sigo haciendo preguntas que no quiero responder todavía.

Esperando que llegue el viento
... y se lleve estas palabras tan sin-sentido.

Esperando que llegue la lluvia
... para que lave esta sangre que corre por la vereda.

Que aún no estoy preparada para enfrentar.