¿Te acuerdas, Lulú, de los bares en Grands-Boulevards?
Qué rico era tomar contigo, todo era diluido en la necesidad de verme bien,
Siempre tuve el miedo en la boca del estómago de que pensaras que era menos.
Sólo tú me provocabas eso, Lourdes.
Y, es que, tu mirada en el metro se perdía,
Tus gafas te cubrían los ojos y tus labios estaban ligeramente abiertos,
El lunar sobre tu labio, perfectamente pinceleado por algún experto,
Tu mascada en el cuello siempre elocuentemente combinada con tus vestidos.
¿En qué pensabas, Lulú? ¿Imaginabas o hacías memoria?
Y ¿en qué pensaba yo viéndote tanto, Lulú?
Yo sólo recordaba el capítulo siete de Rayuela y lo pensaba una y otra vez.
Tú no querías que te viera porque no habíamos dormido y yo no quería dormir por no dejar de verte.
Qué rico era todo contigo, Lulú, qué rico era cuando llovía y compartíamos el paraguas.
Y como siempre ibas brincando por las banquetas, pisoteando los charcos,
Filosofando sobre las flores en las manos viviendo pleno invierno, ¿Cómo podías, Lulú?
Nuestro paraguas, ¿Lo recuerdas? Amarillo, porque tú eras roja y yo azul. Éramos todo.
Sabrá dios qué putas murmurabas cuando te enojabas, sólo tú entendías.
Y claro, yo como idiota justificando algo que ni sabía.
¿Por qué te enojabas, Lulú?
Siempre te veías tan serena y sin hacer reproches ni hacer malas caras.
Dormir con almohada ya no me llama la atención,
Desde que no estás aquí para robarla ya la pobre está casi empolvada.
Y es que si yo te extraño tanto, ¿qué tanto te extrañará todo en la casa, Lulú?
Tú y yo siempre supimos que todo en la casa tenía sentimientos, ¿por qué nos dejaste así?
Si yo juré que éramos tan “nosotros”, ¿por qué te fuiste siendo tan “sin mi”?
¿Ahora quién le escribe a tus lunares, Lulú?
Pobres de tus lunares, Lulú, ¿quién les va a dar su literatura correspondiente?
Y, Lulú, pobre de la literatura. ¿Quién la va a justificar ahora en mi vida?
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