De niño me regalaron un cocker spaniel y yo lo llevaba al parque a lanzarle la pelota; él siempre me la devolvía con esmero. Pero los perros no viven demasiado tiempo y un día me vi sin perro y sin parque. Años después llevaba a Virginia al mismo parque a besarla en los atardeceres, después de las clases. Eran días felices, aunque una infidelidad me dejó sin parque y sin Virginia. Hoy, años despues, vuelvo al viejo parque florido: mi ex novia se besa con otro en el mismo banco que solía entibiar a mi lado, y otros chicos juegan afanosamente con sus perros. La vida es cíclica, y se repite bajo nuevos filtros y sensaciones. Me han contratado para mantener limpio el viejo parque, y entre mis afanes con la escoba y la mirada burlona de Virginia, regreso a los viejos días con nostalgia.