Alrededor de mí, árboles enormes, rocas gigantescas, un hermoso lago, el viento que toca mi cuello, un silencio tal capaz de provocar escalofríos, puedo escuchar el aleteo de las mariposas, el sonido de aquél molino, la caída de las hojas de los lejanos avellanos, de todo, de absolutamente todo.
Aquí es donde estoy, -¿y esa piedra?, me pregunto…
-tendré que recogerla.
-¿Por qué?, no lo sé, solamente levántala.
Está pesada, muy pesada, pero claro que puedo.
Está en mis manos, la sostengo, de pronto una voz interna me dice: Apriétala, apriétala! . Comienzo a comprimirla, cada vez más y más, no sé por qué estoy haciendo esto, solo sé que lo debo hacer.
Continúo, esa mediana piedra ha empezado a hacer que mis huesos truenen, que se derritan por dentro, pero sigo. Las escarpadas esquinas filosas de la piedra han empezado a desgarrar las palmas de mis manos, pero yo continúo, es como si algo me impidiera parar. Sigo apretando, mis manos empiezan a sangrar, mi frente ha dejado un charco de sudor en el suelo, un gran lago para la pequeña hormiga que veo pasar.
Y la piedra que antes era dura y pesada, ahora empieza a perder volumen, cada vez es más pequeña, continúo hasta que queda del tamaño de una nuez.
Por fin me detengo, inhalo y exhalo agitadamente.
Me estoy dando cuenta de que no es real, que puedo manejar la materia de la forma que yo quiera, ahora, con solo pensarlo, la puedo hacer del tamaño que me plazca.
Entro en un estado de trance, me estoy dando cuenta de que nada es real, que mi mano, sangrada y lastimada, no solo no está herida, sino que simplemente no existe, al igual que yo, al igual que tú, al igual que todo.
Una voz clara y fuerte entra en mí y me dice:
- Has llegado demasiado lejos, lo que solo los muertos saben tú lo has comprendido en vida, ya no tienes porqué estar vivo, estás muerto en vida, di adiós.
Y aquí estoy, estoy muerto, pero ahora lo sé….
|