Ella
Pronto ella alumbrará y se iluminará el camino, se abrirá la puerta profanada y saldré. Temo ese momento.
La mujer que me alimentó a pesar suyo durante meses me odia y trató de desembarazarse de mí por todos los medios.
Sin embargo fui creciendo a pesar de los maltratos.
No soy culpable y ella lo sabe, pero cargo con el peso de todo su rechazo. La escuché llorar, gritar, rogar por mi desaparición y decir que no me quiere ver, que no piensa alimentar al fruto del ultraje.
No quiso saber mi sexo. Nada de lo que a mí se refiere le interesa. Todas su fuerzas las emplea en revivir maldiciendo, aquel encuentro en el parque
Su odio crece a medida que se acerca la fecha.
Es mi último día dentro de esta obscuridad, protegida por aguas benignas.
Me han puesto en una cuna. Otros a mi lado, lloran. Ellos tienen una madre y lloran, yo que no la conoceré, quedo quieta, quieta y callo.
Las enfermeras, me acarician, me nutren, me lavan y cuando los demás van al cuarto de sus madres, me abandonan.
Una enfermera que no conoce o no respeta las disposiciones, me lleva a su habitación. La veo, parece dormir. La joven me pone junto a su corazón, reconozco el sonido. Ella se incorpora sobresaltada, aprieto los puños. Tiemblo, temo que me haga daño.
Se sienta y me aparta un poco de su pecho.
-¿Qué es esto?- dice.
No me atrevo a llorar. Me mira como alucinada.
_Se parece a usted -dice la ingenua de blanco-¿Cómo la llamará?
Ella sabe que dar un nombre implica una pertenencia.
Ruego para que tenga piedad.Ruego porque aún estoy muy cerca de los ángeles y sé que me pueden escuchar.
No responde, me mira como extraviada, su respiraciónse se agita. La enfermera parece ignorar su turbación y me pone junto a un pezón oscuro. Ella pasa la yema de los dedos sobre mi cabecita blanda.
-Mía, la llamaré Mia –dice por fin .
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