Salí como todos los días relajadamente, hacia mi trabajo, sin pensar en el rumbo que tomaría el día.
Crucé con unas señoras, y empezó ahí lo raro, pues al verme comenzaron a reír, primero en forma solapada, y luego a carcajada limpia. Nervioso, apure el paso, dando tropezones para poner a salvo mi vapuleado orgullo de macho. Ya había avanzado bastante cuando un grupo de muchachos, de edades variadas, también comenzaron a reír. Pase al asombro cuando uno de ellos cayó al suelo doblándose de la risa.
-¡Pajerooo!....-escuché lejos, al fondo de la calle. No supe que pensar, y seguí caminando rápido, no fuera cosa que la locura fuera contagiosa, cuando de pronto, se abrió uno de los balcones cerca de donde yo iba, y un matrimonio comenzó a canturrear (ya no había duda que era a mi);
-¡Paajeeero, paajeeero...!
Ya, dije a mi mismo, esto es el colmo, seguí caminando cono pude, mientras seguía saliendo gente a los balcones, unidos todos cantando(me) la misma canción, y riendo, eso sí, Cooon ganas. Si parecía la recepción presidencial, claro con la diferencia de las risas, y de la letra de la canción. Ya estaba que me hacía de miedo, y decidí acortar definitivamente a toda carrera la media cuadra que me separaba de las puertas de mi lugar de trabajo. Tropecé y caí no se cuantas veces, y seguí abriéndose paso por el estrecho pasillo que me dejaba la risueña multitud.
Entré lanzándome a lo arquero, y cerraron la puerta tras de mi. Mi primer impulso fue agarrarme del primer compañero cerca y largarme a llorar. Tras lo cual escuché;
-Sí, oootra vez lo mismo..., a ver..., mírame, ¿Recuerdas?, trabajas para El Mago de Oz, eres el ESPANTAPAJAROS, estás RELLENO de PAJA.
Y claro, mire, y era el hombre de hojalata... |