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Es aquí donde me quiero adelantar con una reflexión que mezcla lo humano y lo divino: La noticia se volvió Mundial porque Doña Cecilia reemplazó el Ecce Homo por el Verdadero Rostro de Cristo.
Quise hacer esta reflexión porque pocas cosas me han causado más carcajadas y curiosidad que el hecho y los efectos de la fallida restauración de una vieja pintura mural del Ecce Homo (Que traduce "He aquí el hombre") por parte de una adorable ancianita de 81 años en el municipio de Borja en España. El efecto que el hecho ha tenido es de la mayor trascendencia espiritual en los tiempos que vivimos y voy a explicar por qué. En primer lugar, hay que analizar el nombre mismo de la obra: "Ecce Homo" fueron las palabras que según la Biblia, pronunció Poncio Pilato cuando presentó a Jesús de Nazareth ante la multitud que, sedienta de sangre, pedía la crucifixión del maestro de Galilea.
En la obra original se puede ver a Jesús ya torturado y coronado con la tiara de espinas con que los soldados romanos le "adornaron" en burla de su aclamada, nunca por él mismo, calidad de rey de los judíos. En ella, además, se retrata a un ser desvalido, humillado y que mira al cielo, al parecer clamando por misericordia divina ante su calvario. Es tal la crudeza de la representación que en algunos países es común la expresión "Quedó hecho un Eccehomo" para referirse al estado deplorable en que una persona queda luego de una desgracia.
Y es desde allí que inicia el milagro: una imagen casi morbosa, creada por artistas cristianos, mayormente de la iglesia Católica y empleada desde hace siglos para inculcar en el imaginario de la feligresía el chantaje emocional de la deuda pendiente con Cristo por cuenta de las torturas que debió padecer para liberarlos del pecado, llevaba ya varios años deteriorándose progresivamente al punto que la triste figura había perdido ya una oreja y la parte inferior del pretendido lienzo sobre el cual estaba dibujado. Deteriorándose como el efecto del Ecce Homo sobre las nuevas generaciones, quienes crecieron ya lejos de los rigores de una iglesia dominante a través de sus chantajes y amenazas de fuego eterno y que ya no sienten compasión por las torturas narradas por la biblia, ni siquiera con el esfuerzo que hizo Mel Gibson por mostrarlas de la forma más pornográfica posible.
Fue entonces cuando entró en escena doña Cecilia Giménez, una ferviente colaboradora del Santuario de Nuestra Señora de la Misericordia de Borja, decidió tomar cartas en el asunto y revitalizar la maltrecha pintura del maltrecho hombre, acudiendo a su talento artístico ya probado en otras pequeñas restauraciones realizadas con anterioridad y que al parecer habían pasado desapercibidas tanto por la curia como por los feligreses.
Pero algo extraño ocurrió, por alguna razón que quizás ni la misma doña Cecilia se explica, el ejercicio de restauración comenzó a tomar una insospechada dificultad. Tal vez porque no advirtió que su experiencia en la pintura, más relacionada con paisajes y pequeños retoques, no iba a ser suficiente para devolverle oreja y melena al Ecce Homo. Un errorcito aquí y la necesidad de una modificación extra allá, desembocaron en el trasplante de rostro que hoy todos conocemos y que se ha prestado para cientos de interpretaciones, desde parecidos razonables como el de Lionel Messi hasta otros más extraños como el de un fantasmita con melena de león. De la furia del sacerdote y la indignación de algunos puristas se fue migrando hacia la curiosidad de los medios y la posterior explosión del humor mundial a través de las redes sociales y noticieros de todo el mundo.
Acto seguido, algunos centros de investigación sociológica de varios países manifestaron la intención de conducir investigaciones sobre el atípico efecto de trascendencia mundial de una noticia local sobre una obra sin mucha importancia por no estar catalogada. Es aquí donde me quiero adelantar con una reflexión que mezcla lo humano y lo divino: La noticia se volvió Mundial porque Doña Cecilia reemplazó el Ecce Homo por el Verdadero Rostro de Cristo. Me explico: Como dije anteriormente, la imagen de un Cristo torturado, humillado y temeroso ni es real ni corresponde con lo que la humanidad necesita en estos tiempos. Tal vez guiada sin saberlo, por la misma fuerza Crística, o del Espíritu Santo como dicen los Cristianos, la anciana se conectó con la esencia de la fuerza Crística: El amor, porque fue lo que la movió a querer revivir el rostro de Jesús, la Voluntad: porque hizo lo que casi nadie se hubiera atrevido, pasando por encima de sus propias limitaciones para realizar su tarea y el Servicio: porque no lo hizo para cobrar ni un peso, ni para ser famosa, lo hizo para servir a su iglesia, a su pueblo.
Pero lo que logró doña Cecilia, revestida ella misma de la fuerza de Cristo fue aún más sorprendente: La Unidad, porque sin importar su humilde origen o lo intrascendente tanto de la obra como de su pueblo, puso hablar a millones de personas sobre su acto y la Felicidad, porque así sea por unos minutos, logró lo que quizás nunca había logrado una pintura del Ecce Homo, traer alegría al corazón de gente de todo el mundo, regalar una sonrisa, una carcajada, olvidar por breves instantes el sufrimiento de esta humanidad, ese mismo sufrimiento que la imagen original quería inmortalizar y recordar a cada instante. Eso fue borrado de unos cuantos brochazos, ahora el Ecce Homo es la imagen de un Jesús divertido, juguetón, inocente y tierno que no vino a sufrir y sacrificarse por pecado alguno sino a liberarnos del sufrimiento a través del amor y el humor.
Gracias doña Cecilia por mostrarnos el verdadero rostro de Cristo.

Texto agregado el 15-10-2012, y leído por 90 visitantes. (1 voto)


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