El exceso te hace puta de bar. Simple “quitahambres” con la piel del oficio. La paz de un hogar se fue hace tiempo, la dejaste al subir el bus, dándoles la espalda. Perteneces a este reino desde hace un siglo. Ahora tu sonrisa es esclava de las voces que te llaman, te piden como una botella de ron que se quiere beber. En las piernas de los desdichados ríes, gritas, insultas, las palabras brotan de tus labios, pero no las entiendes, ni las recuerdas. Los gruesos muslos te mecen, al vestido lo agitan, arrancándote espasmos de lujuria barata y triste. Luego a las sábanas hediondas, el empuje de los varones entre tus piernas, gastándote, copulándote… renaciéndote…