Chupeteaba los últimos huesos, deliciosos, sentía ya dolor de estomago, y la satisfacción de la recompensa. Tanto trabajo, tanto correr, y por fin, la cacería ha terminado. Solo le quedaba el ultimo en la vieja y negra marmita que tanto tiempo esperó.
- ¡Gato endemoniado déjame tranquilo!
Pensó que el quedo ruido lo había hecho el gato, pero el gato no estaba. Recordó de pronto que había muerto el año anterior, y sintió miedo. Se dio cuenta después que solo era el viento en la vieja y húmeda casona.
Estaba solo. Su ayudante lo abandonó por fin después de tantos malos tratos y sin paga aun años antes de morir el gato. Estaba solo completamente.
Sacó la ultima presa de la marmita y la deposito en su plato.
Del miedo paso a la melancolía, pues comenzó a recordar, tantos años, tantas cosas.
-¿Y ahora que haré?...
¡Bah!, mañana pensaré en algo...-dijo queriendo parecer duro, pero se sentía cada vez mas solo.
Y una solitaria lágrima se le escapó rodando por su arrugada mejilla.
Finalmente, mirando el plato y su contenido, chorreando deliciosa salsa, y en un lánguido suspiro sentenció:
-Te echaré de menos, Papá Pitufo...
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