Rosa es una gata que posee dos ojos encantadores, según sus padres adoptivos, ella vino de la montaña, fuera de nuestra localidad, que es Macerata. La elección fui intuitiva, se necesitaba con urgencia un gato o una gata, no porque vaya a deámbular libremente por los parques, avenidas y techos, no para fines procreativos, como lo hiciera una empresa transnacional con los canes. Simplemente se necesitaba una gata o un gato, con el objeto de cubrir el vacío de un hogar compuesto por una madre un padre y una hija.
Dice la niña que me dio a Rosa, que este pequeño animalito logro apoderarse de los lugares màs estratègicos del hogar; el baño, la cocina, la sala, los dormitorios, la cama. Incluso jugaba horas y horas, utilizando como cabecera la espalda de su pueril ama. Todo iba bien, comía siempre, hacía sus necesidades de acuerdo a la ocurrencia del día, miraba desde el horizonte de la ventanita para las visitasç las hierbas, los árboles, el inmenso jardín mal cuidado y por último, jugaba con otros gatos o gatas a atrapar arañitas, mosquitas o dientes de león recièn dispersados por la primavera.
Rosa es huraña y tierna, me dijo la niña, pero lamentablemente no podía quedarse con ella, por què, se mudaban, una razón poco convicenente, màs yo aceptè cuidarla, dado que por pura casualidad iba a alquilar el departamento. Desde aquel día nuestro contacto dueño-felino contribuyo a nuestro crecimiento emocional, invertíamo nuestros papeles, porque està gata soñoliente, paso un martes a ser mi patrona y al día siguiente a recuperar su status. Nos compenetrabamos de la noche a la mañana, no teníamos complicaciones en los humores, a no ser por su osadía y desverguencería de orinar cuando yo leía o por sus caprichos de maullar cuando tenía que concèntrarme en una lectura de transcripción de propiedad inmobiliaria.

Sin embargo, las noches siempre han sido una lucha pendiente, yo siempre debo juntar la puerta, en caso ella decida entrar, yo siempre debo cubrir con su sàbana estampada de felinos el cubrecama, en caso quiera entrar.

Antes de dormir iniciàbamos una conversación seria, responsable, amena, le preguntaba a Rosa, cuál era su deseo y en dónde dormiría, yo como exègetica, intentaba interpretar sus respuestas sin palabras.

Entonces dejaba que ella me dejara utilizar el instinto, si Rosa iba a la sala, era porque no quería dormir conmigo, encambio si abría la puerta y luego se echaba detràs de mi cabeza, significaba que dormiría conmigo. No podíamos discutir y si recurriamos al litigio, yo de un lado, le gritaba como si fuera su madre y ella del otro me arañaba las manos, me agarraba de los cabellos y por último saltaba igual que un conejo delicado para defenderse de un aletazo. Despuès nos sentàbamos juntas, para que yo hablará de la jornada entera.

A la mañana siguiente, porque al final lográbamos conciliar sueños e ilusiones, dormíamos, yo soñando en que te volvería a ver en una próxima vida o tal vez cuando nuestras estrellas se unieran en el horizonte y ella soñando con salir a pasear en su jardincito mal cuidado, diciendo buon giorno, miauuuu.