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Cueto de Enrique A. Meitín

A través de un cristal disimulado podía verse la sala contigua, destinadas a extraer la verdad en sudores y vacía en aquel momento. Las paredes eran de un blanco extremado, había una mesa en el centro, dos sillas, una frente a la otra y una cámara de video montada en lo alto de una esquina. De pronto se abrió la puerta y entraron dos hombres, uno de ellos, hasta unos días atrás compañero de profesión. Se dirigió directamente al centro de la sala, haló una de las sillas y se sentó, sin que su acompañante, un destacado interrogador de la policía vestido de militar lo invitara a hacerlo... este último permaneció de pie...

---Me imagino que sabes por qué estás aquí. Fue lo primero que dijo el uniformado sin tener que presentarse ante el detenido, pues ya se conocían.

---Por supuesto, me acusan de homicidio. Desde el otro lado del cristal se escuchó como el hombre vestido de presidiario con marcada prepotencia le respondía al experimentado oficial.

---No importa lo que yo crea. Expresó el Teniente De la Vega encargado del interrogatorio, corrió la segunda silla y se sentó frente al acusado. Lo que debe importarte es que estás en candela. Hizo una pausa y continuó. Pues no solo de eso se te acusa, sino también de robo de auto, secuestro y violación... y no sé cuantas otras cosas más ¿Qué me dices? Preguntó finalmente con frialdad.

---Que fue en defensa propia. Agregó en un tono más adecuado...

---No es tan sencillo como haces que parezca. Observó con actitud contemplativa el oficial y rápidamente le aclaró. Eso no es lo que opina ella.

---Claro, tú le crees más a ella que a mí. Ironizó el detenido.

---Dadas las circunstancias. Asintió con la cabeza el interrogador y se acomodó en la silla. Creo que sí. Puntualizó, para de inmediato cerrar la boca y quedarse en silencio, como pensando...

En otras circunstancias el Teniente nunca le hubiese vuelto la espalda a un amigo. El creía haber dedicado por entero toda su vida a demostrar lealtad, compañerismo. Estaba consciente de saber lo que era la amistad suprema. Pensaba que, entre todos los que había conocido desde que entró en la Policía, quien estaba ahora frente a él, era uno del más honesto. Pero ya no lo era... era solo un sinvergüenza hijo de puta más...

---Cuando me dieron el caso lo único que me preguntaba era si siempre habías sido un sinvergüenza y que por alguna razón yo no me había dado cuenta hasta ahora. Hizo una pausa, como para elegir las palabras adecuadas, lo miró con semblante frió y calculado y le dijo. Ahora como vez, todo ha cambiado solo eres un delincuente y yo el interrogador ¿Estamos claros? El acusado por su parte no se dignó a contestarle, sino que optó solo por dedicarle una mirada de reproche.

Un objetivo supuestamente elevado como era la lealtad puede ser un incentivo para obtener la grandeza, pero puede también ser usado para justificar a algunos de las peores atrocidades en su nombre... cuanto más lo miraba, más ganas tenía de golpearlo. Todo había ido a par a la basura. Los afectos de antaño, los recuerdos de los casos que habían resuelto juntos, las detenciones, mientras las desesperadas ganas de creer en él, como cuando uno se aferra a un sueño para que no desaparezca al despertar, pendían de un hilo, y por sobre todo había un compañero muerto.

El Teniente De la Vega hizo un esfuerzo por mantener la compostura. Recordó el manual de instrucción donde apunta, que la simplicidad es la primera regla que debe seguir todo investigador. No hay que utilizar jamás preguntas complejas por atractivas que puedan resultar para llegar a la verdad. La complejidad debe evitarse porque conduce indirectamente a que el detenido se distraiga, se canse y que el interrogador no sea capaz de aclarar los hechos... Volviendo de sus pensamientos con repentina brusquedad arremetió contra el detenido.

---Quiero saber que pasó. Empecemos por el principio. ¿Conoces a Yaqueline Martínez, blanca, trigueña, de ojos negros y de unos treinta y dos años? Preguntó y animándolo a proseguir apuntó. Una mujer muy guapa... por cierto. El detenido le dedicó una mirada de aprobación ante el señalamiento del oficial pero se mantuvo en silencio por un momento... y ladeando su cabeza pensativo, comenzó a relatar su propia versión.

...necesitábamos un auto para una gestión de rutina con unos malhechores... un “supuesto” intercambio de dinero. Enfatizó en lo de supuesto. De esos que tú conoces... por “yerba” (léase marihuana) y ese tenía el modelo y color que necesitábamos... pensábamos tomarlo así como así... pero ya desde un principio todo salió mal... perdimos mucho tiempo tratando de arreglar el carro, estaba bloqueado el motor... algo eléctrico... que el padre de ella, que creo me dijo era mecánico había preparado para que no se lo robaran.

Se detuvo un instante para apartar el pelo de su frente y esbozó una sonrisa obligada, mientras del otro lado del cristal la persona que lo escuchaba apoyó su espalda contra la pared, intentando calmarse para no intervenir.
El continuó... tuvimos que llevárnosla junto con el carro... pero en ningún momento pensábamos en secuestrarla, menos intentar abusar de ella...

Pero lo que no le expresó al oficial interrogador, es que hacía algún tiempo que venía observando a Yaqueline en la Facultad de Economía, donde estudiaba, como en ocasiones se dirigió a ella con la intención de “proponerle” algo, y había tenido que desistir a sus “buenas” intenciones, debido a las amenazas de denunciarlo ante las autoridades de la propia Universidad... pero que estaba decidido a hacerla suya, a las buenos o a las malas...

---Hablas en plural. Le interrumpió De la Vega y preguntó ¿Cuantos más estaban contigo?

---Éramos tres, yo y dos de mis hombres. Respondió y se quedó por un instante a la espera de una nueva pregunta, pero como el oficial al parecer no le hizo el menor caso prosiguió.

...pero yo solo estaba con ella... los otros estaban en el otro carro... nos empujaban para salir de aquel lugar... hasta que logré poner en marcha el auto, ya no podía deshacerme de ella y la lleve conmigo al encuentro pensando que podía servirme de “tapadera”... después el intercambio de balazos... y un muerto. Llegado a ese punto de la explicación, enarcó las cejas, volvió a detenerse pero esta vez se quedó callado del todo...

El oficial también se quedó en silencio, tal vez como parte de la técnica empleada en el interrogatorio, pero sobre todo admirado de cómo el sujeto había resumido lo ocurrido de manera tan precisa que parecía creíble, pero sin llegar a detalle alguno que pudiese comprometerlo. Dirigió su mirada hacia el cristal, como buscando la anuencia de la persona que los escuchaba y finalmente agregó. Creo que deberías profundizar un poco más...

---No sé a qué te refieres Teniente. Se incorporó algo en el asiento y lo miró con determinación. Mientras el uniformado se cruzaba de brazos esbozando una sonrisa un tanto irónica.

---Vamos por partes Rojas... Ni tú estabas “infiltrado” con los marihuaneros, ni te hace falta ningún auto para hacer lo que tú quieras... y menos particular... además allí han reportado más de una mujer violada... y ahora aparece hasta un muerto, y para colmo es un policía. ¿Cómo te cae?

---Mira, déjame de hacer preguntas capciosas para involucrarme en tus conclusiones... no hablaré más si no está mi abogado delante. Le expresó Rojas aparentemente molesto.

---¡Ñoo! Ahora sí que aprestaste... lo viste en una película ¿No? Preguntó mientras conseguía reprimir una carcajada. Porque aquí que yo sepa eso no se usa... puedes llamar al abogado que te de la realísima gana, que yo me lo paso por mis cojones... y a ti si me jodes mucho te muelo a palos y cantas como una cotorra... ¡Así que empieza! No te lo voy a repetir una sola vez más. Le exigió el oficial mientras miraba el reloj para que el detenido notara su impaciencia.

Yaqueline que era la persona que se encontraba en el cuarto adyacente oyendo la declaración de Rojas, sabía que el Teniente De la Vega, contaba con la cooperación de sus superiores y que guiado por la ambición de hacer meritos para su carrera, no se amilanaría en realizar todo tipo de acciones y trucos para mantener al detenido alejado de su abogado y disponible para someterlo a ilimitados interrogatorios por todo el tiempo que él estimara conveniente. No quería perderse nada de la actuación por lo que se acercó a la ventana de cristal para observar detenidamente el comportamiento de quien apenas unos días atrás la había violado.

--- No me amenaces, que sabes que nunca he tenido miedo a nada... al menos nuca lo he llamado así. Tal vez lo tenga en ocasiones... No sé, pero no tiene sentido que me amenaces. Dijo el detenido expresando piedad y temor al mismo tiempo. Parecía ahora mucho mayor de lo que en realidad era, su pelo se notaba más blanco y las bolsas que tenía debajo de los ojos mucho más grandes...

---No te estoy amenazando... sino que te estoy advirtiendo sobre lo que te puede pasar si no comienzas a cantar... Júrame que el motivo de la detención, llamémoslo así, de la ciudadana Martínez no fue otro que abusar de ella por parte de ustedes tres... ¡Anda, júramelo! Gritó para que se le oyera.

Mientras escuchaba la exigencia del oficial De la Vega, Yaqueline recordó el momento en que el sujeto la empujó hacia el asiento delantero, al lado del chofer, mientras sus “sicarios” empujaban el auto para moverlo del lugar, no tardando en darse cuenta de sus verdaderas intenciones hasta percibir la inestabilidad del sujeto. Recordaba toda la conversación... palabra por palabra... punto por punto de lo ocurrido...

---Sabes que me gustas mucho... ya te lo he dicho muchas veces, y tu lo único que has hecho es amenazarme con denunciarme a la Facultad. Yaqueline sintió mientras este hablaba, como deslizaba una de sus manos sobre los muslos de ella. Aun a costa del temor que sentía le dejo hacer tratando de ganar tiempo a ver si acudía alguien en su ayuda...

---Pensé que solo era un capricho pasajero. Atinó a responderle y continuó intentando seguirle la corriente. Como no apareciste mas por aquí hasta ahora... y a las malas. Mientras remarcaba esa última palabra se atrevió a apartarle la mano de sus muslos ¿Qué yo iba a saber?

Podía sentir la necesidad del hombre, pero no se amilanó... estaba convencida de que una respuesta negativa incrementaría los deseos aberrantes en su yo interior. Recordaba lo que años atrás le había dicho su abuela en relación al comportamiento que debería tener con los hombres en un caso extremo: “... si te mantienes ecuánime, le hablas en voz baja no le respondes a sus ofensas con otra, lograras frenar sus impulsos. La ecuanimidad, la sensatez y los buenos modales son las verdaderas armas de la mujer...” ¡Qué razón tenía su abuela! Por lo que aplicó lo aprendido, aunque en realidad no sabía hasta donde podría aguantar la persistencia del secuestrador, aunque algo le decía que lo había detenido... al menos por el momento.

Convencido Rojas de haber fallado en su intento por convencerla, que constituía en sí mismo un error, optó por enfrascarse en una conversación sobre sexo para provocarla... resultando inútil también, sin que lo condujera a preparar la consecución de su objetivo final... lo cual le hizo aborrecerla y aborrecerse a sí mismo y terminó por desechar sus “buenas” intenciones de hacerla suya, aunque por supuesto que no podía manifestarlo... no por la joven, sino por el “qué dirán” de sus compañeros... quien le señalaban burlonamente que se había enamorado de la muchacha. Por lo que se la llevarían de allí a otro lugar y....

...Rojas volvió al momento, entrecerró los ojos, se pasó el pulgar por la barbilla ante la insistencia de quien fuera su amigo, convertido ahora en su interrogador. Lo miró con una expresión de odio al pensar que él inquiría su respuesta pero no le daría ese gusto... No sé de lo que hablas. Finalmente optó por decir...

---No me digas que se te olvidó todo lo ocurrido. Apuntó el oficial De la Vega de inmediato, como exigiéndolo una definición...

---A él se le podría olvidar... pero a mí no. ¡Cómo olvidar todo aquello! Exclamó Yaqueline para sus adentros, observando con odio a través del cristal de la cabina el rostro del deteniendo, mordiéndose los labios, hasta casi hacerlos sangrar...

...recordó como después de algún rato de haber sido llevada a aquel cobertizo en las afueras, después del vano intento de Rojas por convencerla en el auto, de que llegara a algo con él por las “buenas”, se sintió mareada... sin duda alguna con algo la habían anestesiado pues le dolía mucho la cabeza. Comenzó poco a poco a recuperar el sentido... volvía a la realidad. Como el silencio era significativo, trató de prestar atención en busca de algún ruido que le resultara familiar, que la indicara en qué lugar se encontraba, ya que cualquier intento por moverse era imposible pues estaba atada en cruz, con los brazos y las piernas abiertas sobre un colchón bastante incomodo y la boca la tenía sellada con cinta.

Volvió entonces a temblar de frio como en aquella ocasión cuando la ataron completamente desnuda a la cama puesta en esa posición para abusar de ella, sin que pudiera oponer resistencia alguna. Recordó cómo era observada por más de uno ---eran tres los secuestradores---, y a pesar de la gaza que envolvía su rostro e impedía su visión pudo definir la cara de uno de ellos, que no era otro que el del detenido, ahora observado por ella. ¿Podría olvidarlo algún día? Se preguntó y de inmediato se contestó con ira. ¡Jamás!

A pesar de que ya habían pasado días de lo ocurrido percibió el calor hirviente de las manos del individuo posarse en sus muslos, como si fuese aquel día, cuando descubrió por el tacto que esa mano pertenecía a la misma persona que momentos antes la había tocado contra su voluntad en el automóvil... era el mismo, que trataría de hacerla suya y no por las “buenas”. Seguramente pensando como ella en ese momento postrero, en que luchaba con desesperación a pesar de que estaba atada completamente iba a reaccionar, avanzó su otra mano hacia la parte más intima de la joven tocándola por todos lados hasta descansar uno de sus dedos en su pequeña protuberancia carnosa. Aunque trataba infructuosamente de clamar por ayuda, era imposible estaba sola... irremediablemente sola, y a merced de sus captores.

...pudo sentir su miembro viril erecto primero contra su muslo, de cómo lo acomodó sobre el lugar justo para inclinarse sobre ella y penetrarla sin vacilar. A partir de entonces jadeando de manera irregular finalmente se arriesgó a tocarle los pechos... creyó sentir el extremo ardiente de su respuesta. Había logrado gracias a las ataduras, que la muchacha se abriera para él como una flor encerrándolo en su vaina de terciopelo, abierta a la fuerza. Comenzó a moverse encima de ella sujetándola con suave firmeza, por temor a que se destara, presionando sin cesar entrando y saliendo de su cuerpo a un ritmo acompasado buscando llegar a lo más profundo... entonces sintió el estallido del deseo masculino y sus jugos la inundaron, mezclándose con la sangre de su virginidad...

---Dice aquí ¡Léelo! Para que conozcas lo que declaro la joven sobre lo que le hicieron ustedes tres. Gritó enfurecido el interrogador mientras le lanzaba la Declaración a la cara al detenido, que al chocar contra su rostro se dispersaron quedando diseminadas por el suelo, lo cual hiso que Yaqueline abandonara sus pensamientos y pusiera toda la atención en lo que ocurría en la habitación contigua...

---No tengo que leer nada... sé muy bien lo que pasó. Dijo despectivamente echando la silla hacia atrás...

Ante el desprecio y la falta de interés del detenido por recoger las hojas, mucho menos de leerlas, De la Vega optó por hacerlo él... tomó una de ellas y se dispuso a leérsela al detenido, mientras ella sin este percatarse le dedicaba una mirada de aprobación ante tal acción.

--- ¡Escucha! Ya que no lo quieres leer tu mismo... esto solo es una parte de lo que declaró Yaqueline Martínez a las autoridades. Fue entonces que miró hacia el cristal ¡Escucha! Repitió encolerizado...

...la posición incómoda en que estaba y la presión del cuerpo de ese hijo de puta sobre mi me producía mucho dolor en todo el cuerpo... cuando el primero de ellos hizo todo lo que quiso... los otros dos, que hasta entonces se habían comportado como meros observadores intervinieron ensañándose conmigo. Hizo una pausa para detener la lectura mientras observaba con desprecio la reacción del detenido.

---¡Oíste bien eso! Ahora escucha detenidamente esta parte... y después me dices. Si, fueron los tres... los tres me violaron no sabría decirle cuantas veces lo hicieron... fue terrible... me hicieron de todo los muy salvajes... me sostenían entre dos, me ponían boca arriba y boca abajo, mientras el otro me penetraba por delante o por detrás... de todo... me sentía sucia... destruida... morir...

---Eso basta para probar que fueron los tres. Concluyó y nuevamente arrojó las hojas, esta vez sobre la mesa. No hace faltan más pruebas para condenarte. Agregó.

---Pero tú sabes que nadie me juzgara por eso. Apunto irónicamente el detenido, para después agregar insidiosamente. Todos ustedes saben que ella no es nadie... no significa nada frente a un oficial de la policía... saben como somos, ya que ellos son también así...y cada cual es como es. Sonrió un poco al concluir.

---Por supuesto Yo también creo que cada uno debe ser como es, aunque “como es” signifique ser un mierda como tú, y lo miró con semblante frió y calculado.

Mientras se llevaba a cabo ese intercambio de palabras, cada vez mas acaloradas entre interrogado e interrogador, Yaqueline de nuevo se trasladó mentalmente al ese día y recordó la hora y media que estuvo amarrada... que fue el tiempo que duro todo aquello. Y murmuró a pesar del nudo que tenía en la garganta. Lo cierto fue que cuando terminaron conmigo y me quitaron las amarras no podía incorporarme por mis propios medios, y fui llevada a empellones hacia el baño por uno de ellos... todavía permanecía con la boca y ojos tapados. En la puerta del mismo me quitaron la venda que le cubría los ojos y el “cinta” de la boca, y me lanzaron de bruces al suelo y acto seguido serraron la puerta... llore en el piso, no podía concebir lo que me habían hecho esos salvajes... y lloré... no sé hasta cuando lloré... creo que aun hoy lloro.

Cada cosa que oigo de este hombre, cada detalle me dice y me repite: “no mereces vivir”. Una de las necesidades básicas del ser humano es precisamente comportarse humanamente y este está muy lejos de ser humano, es todo un salvaje, como sus dos compañeros. Nada ni nadie me hará cambiar de parecer... debo vengarme, no solo por mi sino por todas las mujeres abusadas por estos desalmados que se dicen autoridad y que gozan de plena impunidad.

Estaba ahora todo muy claro para ella, había comprendido que aquellos individuos que la habían violado, ultrajado y que después se congraciaron con lo hecho emborrachándose, para terminar luego discutiendo sobre cuestiones de sexo...de quien era más hombre... de quien me lo había hecho mejor... quien me había dado placer en vez de dolor, de todas aquellas “mierdas” mientras yo permanecía aun amarrada y se fueron a los tiros muriendo en el intercambio de balazos uno de ellos, eran todos policía y cualquier cosa harían sus superiores para que todo pasara inadvertido... no por gusto el propio Rojas lo había afirmado.

Todo quedaría como si no hubiera pasado nada. No lo llevarían a juicio alguno, mucho menos lo condenarían. Una vez más en nuestro país las fuerzas del orden se alían fácilmente con las fuerzas del desorden, y la impecable defensa que de ella había hecho el Teniente De la Vega, quedaría en el olvido... dentro de esas cuatro paredes... Esa reflexión era mucho para Yaqueline. Tan destructor como la maquinaria de violencia irracional que la había sometido a tales desmanes. Estaba convencida que debía hacer algo... aunque no sabía cuál debería ser la estrategia, mucho menos la táctica a emplear, pero nada podría posponer lo inevitable... ni nadie podría detener su determinación por “extrema” que fuese de vengarse.

Teniendo en cuenta que estrategia es es saber qué hacer cuando no se puede hacer nada, mientras la táctica es saber qué hacer cuando se puede hacer algo. Continúo elucubrando. Siempre creyó poder hacer algo para vengarse de aquellos cabrones que la habían destruido no solo física, sino moral y psicológicamente, pues ella era el personaje principal del espectáculo de la dignidad perdida de la mujer, abandonada a las aberraciones de sus captores y ante el convencimiento de que aquellos actos quedarían impunes, sin esperanza alguna de recibir un castigo ejemplar tomo una decisión... “extrema” al fin...

Llevada por el juicio mental de un razonamiento dañado y debilitado, o la no existencia del mismo, se lanzó contra el agente que la acompañaba en la cabina para ver el interrogatorio, le propino un golpe en la cabeza y lo desarmó... con la pistola en sus manos, abrió la puerta que la separaba de la habitación donde permanecía sentado Rojas, frente al oficial De la Vega y disparó tan repetidamente sobre él, como días atrás este había descargado su semen dentro de ella...

Texto agregado el 12-10-2012, y leído por 75 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
12-10-2012 Muy buen relato,bién concebido desde sus inicios,preciso y contundente,con un final espectacular. Donseba
 
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