Inicio / Cuenteros Locales / Delirium / A una cierta (dudosa) edad
Como quien extiende los brazos para ejecutar una nota en el acordeón de un apretón así sale esta mujer del sueño. Bostezando hasta inflar el pecho. Al dirigirse al baño las manos van rápidamente a la mancha de la camisa, notando una circunstancia de maternidad retardada. Se enoja. Clava las uñas en el brazo para terminar de convencer a la yo mojigata que eso fue una estupidez. La adolescencia perdida. Está recogiendo el pelo frente al lavabo cuando suena el despertador. Cinco minutos antes estaba retozando en la cama, pensando que se había dañado. Cavilando en eso y en la manera de rebuscar en el tiempo una salida como las de antes. Fácil, práctica, y sin secuelas que lamentar. El cepillo de lado, repasando los dientes. El despertador continúa sonando. Es fácil ignorarlo porque su mente es un tobogán de recuerdos, aterrizando en la primera pista sin tope de recepción. Todo entra en un plano y nada choca con nada. Va al inodoro, rueda el blúmer hasta los tobillos mientras su trasero recibe el frío lametazo de la tapa. Piensa en la función de esas tubitos llenos de pastilla, en una madre rodeada de nietos y recibiéndolos a todos con sonrisas y mimos que redimen los pecados. La pura alcahuetería. La del hombre que las mira a las dos mientras grita y se larga de la casa. Para siempre. El ruido del despertador apenas se interpone y es como el aleteo de algún insecto pegando de la pared. Eso que crece está alimentando esperanzas. Un retorcijón en el estómago y se prepara para expulsar lo que comió anoche. Los intestinos traman algún plan de venganza por las comidas condimentadas hasta la exageración. Ahora no hay derecho de pataleo. Para nada. Ni siquiera supone que será difícil, porque verlo como su merecido es el peor castigo. Erizado el cuerpo hay una descarga liberadora. Nadie tiene que perder nada, sólo ella. Eso que se llama libertad será responsabilidad. El despertador insiste en un cambio de pilas. Un repique sin intenciones de despertar a nadie más. No se ha levantado del inodoro. Mirando el mosaico de la pared, dos vueltas de papel sanitario en la mano sin moverse, se prepara para un pensamiento. Uno de esos que parecen disparo de francotirador directo. Una idea rozada con unos dedos temblorosos sobre el vientre aún de niña. |
Texto agregado el 12-10-2012, y leído por 156
visitantes. (2 votos)
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Lectores Opinan |
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17-10-2012 |
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que fuerte.....
me dejaste helada.....un disparo de un vientre de niña engendrado ......en desesperanzas,.,,,,,siempre sera un temblor en el alma.....
Nos muestras realidades..,,en tus escritos....eso tiene...el mayor valor...mas que cien palomitas que vuelan por tu pluma de oro.,.. Isita_Paloma |
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12-10-2012 |
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Una retórica, una descripción que nunca había leído sobre la visita al baño. Muy bueno elpinero |
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