La solicitud de indulto para Alberto Fujimori, que hoy fue presentada, está acaparando la atención mediática con la sensación que fuese el principal problema que vive el país.
Por un lado, en los últimos meses los partidarios del procesado y condenado ex presidente, así como los familiares, han desplegado toda una estrategia para mostrar a un personaje sumamente deteriorado que nos recuerda la no muy lejana y semejante situación de José Enrique Croussillat el magnate de la televisión nacional, indultado por Alan García, quien tuvo que retornar al penal al demostrarse que su situación no era la que mostraba en su calidad de detenido por el boato demostrado después de su exarcelación.
Por el lado contrario, el presidente Humala lanzó con una sola frase el puente que necesitaban los fujimoristas para solicitar el indulto y dejar en la cancha del mandatario la problemática que cualquiera sea el resultado, dividirá el país.
No sabemos si lo expresado por Ollanta, respecto a que se esperaba una solicitud de los familiares que abría las puertas para la posibilidad del indulto fue “sin querer queriendo”, o por el contrario convirtió una situación que no estaba en agenda en la exigencia de un tercio del país, más todos aquellos que sin ser fujimoristas se apiadaron de las condiciones de la publicitada mala salud del condenado, para crear un conflicto que en noches de insomnio haría expresar a quien estuviera en sus zapatos ¿Y ahora, quien podrá salvarme?, en un parafraseo del Chavo y el Chapulin colorado.
Y es que dada la personalidad y trayectoria de Alberto Fujimori, el ciudadano de a pie recuerda que en su primer gobierno, se realizaron por el actual convicto cambios estructurales importantes que ciertamente entienden como la base de la actual situación de bonanza que vive el país. La población reconoce la reinvención que se realizó de un país quebrado económicamente, la detención del máximo líder de Sendero Luminoso, secta genocida que asesinó a miles de inocentes y tal vez el desmedido paternalismo asistencialista a la población de menos recursos aunque hubieron aquellos que se aprovecharon de estas coyunturas. Lo que no entiende es que el proceso que lo condena a 25 años de prisión es por delitos de asesinato, secuestro agravado y que además fue hallado culpable de peculado doloso y apropiación de fondos públicos en agravio del Estado que en este caso caminan por cuerdas separadas con lo positivo del primer gobierno. Las tropelías de su segundo gobierno dejaron una estela de corrupción en todos los campos que, aunque existió desde que somos República, actualmente se siente casi en todas las instituciones el hedor nauseabundo que nos dejó de herencia.
Indultar a Fujimori condenado por delitos de lesa humanidad después de un largo juicio por presentar una patología oncológica no terminal, sería otorgar para el futuro, la patente de corso que necesitan todos aquellos que esperan la impunidad de sus actos.
No indultarlo después de haber tendido brazos misericordiosos y tener el sentenciado una fuerte corriente a su favor, creará corrientes de victimización que será aprovechado por sus partidarios para convertirlo en el mártir que el fujimorismo necesita. De cualquier modo el país se dividirá.
¿No se debería, ante tan difícil situación para el país, contemplar otras posibilidades como el arresto domiciliario con asesoría tecnológica, lo que no significaría perdón por los delitos cometidos y permitiría como solicitan los familiares tener la asistencia médica requerida? Claro, que de sí hacerlo, tendría que darse el mismo trato a todos aquellos detenidos de la tercera edad con enfermedades precarias avanzadas que actualmente se pudren en las cárceles sin que un alma caritativa abogue por ellos.
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