He tenido sueños repetitivos, como vivencias de vidas pasadas. He sentido dolor, tristeza, miedo, alegrías y arrepentimiento. De todas mis vidas pasadas, la lección más grande fue cuando fui soldado, capitán de una tropa inglesa, mi nombre fue John Stuart McClinton. Tengo recuerdos muy sufrientes de la que fue mi amada Inglaterra, habían muchos muertos, sobre todo en las calles luego de los bombardeos alemanes. Me hirieron en una pierna y me enviaron a casa para mi restablecimiento, no quedaban muchos hombres civiles, los que quedaban en las calles de Londres eran viejos y casi no podían ayudar, pero con muletas y con dolores en mi pierna derecha organicé una grupo de hombres y jóvenes de entre 72 a 80 años y entre 12 y 14 años de edad, para poder enterrar a los muertos que se podrían en las calles, ya que nadie podía ni tenía tiempo de darle santa sepultura, por el miedo de salir y ser asesinado. Yo era un joven fuerte, poco sensible, pero empático con el resto, pedí autorización para abrir fosas comunes, pero no llegaba respuesta de las autoridades del reinado, así que no hice caso de las reglas ni formalidades, comenzamos a sacar sepulturas, eran 18 en línea recta y 18 en línea vertical, la fosa era muy profunda, yo solo instruía que tan profunda la quería ya que estaba herido y caminaba con dificultad por las muletas y la bala que me había perforado parte del femur, se habían acumulado más de 300 cadáveres en descomposición, el tifus y la disentería, hacían estragos entre los niños, pobres inocentes morían por culpa de algunos idealistas. A los niños los enterramos a parte, la mitad del cementerio estaba destruido por las bombas, los ataúdes flotaban en el barro con agua. Quemamos más de 200 urnas con cadáveres dentro, yo sabía que nadie reclamaría sus restos, no había tiempo para discutirlo.
Fueron mas de 50 niños los que enterramos en un día, aunque no era sensible me dio rabia pensar que no tenían futuro alguno, que no podrían llegar a ser adultos ni casarse, no tenían metas que cumplir. Mi formación militar era muy disciplinado y respetaba mucho a las autoridades, pero cuando vi el horror sembrado en mi país, me dio ira y rebeldía y ya no hice caso a las reglas. Ellos me mintieron, me pintaron la guerra con medallas y laureles, pero lo que vi después me dejó en claro, que la vida humana vale mucho más que pedazos de fierro e ideales malditos, que solo sirven para adquirir el poder de algunos, pero para la mayoría es la desgracia.
Lo que más me llamó la atención fue la fortaleza de alguna de las mujeres, ellas se vistieron como un hombre más y comenzaron a palear codo a codo con los hombres, nunca recibí una queja de alguna de ellas, nunca reclamaron por haber sacado algunas tumbas para realizar fosas comunes, nunca se quejaron por estar trabajando bajo la lluvia, cuando las fosas se convertían en piletas y el agua le cubrían las rodillas.
El cementerio tenía varias secciones, la mayoría se encontraba en el lado protestante, religión que profesábamos, un cuarto era católico y los demás se dividían entre judíos y ortodoxos. Los judíos de más dinero eran enterrados en un cementerio aparte, en las afueras de Londres. En la parte de los católicos había un gran cristo tallado en piedra, puesto en una cruz, era blanco, nunca me olvidaré de ese cristo, le hice varias preguntas mentalmente.
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