Un alarido se escucho nítido, limpio, parecía provenir de un pueblo cercano donde existía un monasterio muy antiguo, de una orden religiosa desconocida. A medida que nos acercamos una luz mortecina nos indicaba el camino a seguir.la noche estaba tan oscura que nos recorrió un escalofrió intenso y molesto.
Al llegar a la puerta de entrada intentamos llamar, no hubo tiempo, un monje abrió el portón y nos miro indiferente, descubrimos que no éramos bienvenidos al lugar.de pronto un sollozo rompió la magia del momento. Este ser nos miro amenazador, como queriendo impedir la entrada pero fuimos mas rápidos y no infiltramos rápidamente, al entrar pudimos ver un ser angelical que enroscada en sus alas gemía. Todos nos miramos pero no nos atrevíamos a socorrerla
Avanzamos lentamente por ese pasillo largo y frio y nos paramos al lado. Observamos que su cuerpo irradiaba luz pero sus ojos espanto, un escozor nos mantuvo quietos por unos segundos. Luego nuestra mirada fue para el monje que aún nos miraba con recelo. Le preguntamos qué pasaba, que significaba esta escena tan extraña, su respuesta se hiso esperar no soltaba prenda, mientras la criatura se desenredaba de su nudo de alas, y nos devolvía la misma indiferencia anterior.
Se veía la blancura en el fondo del monasterio, como si una luz se desprendiera del cielo raso para encandilarnos y así confundir la escena, que se desarrolla allí mismo.
Pudimos ver más allá del pasillo. Mas allá un dorado pájaro aleteaba tratando de volar, nos dimos cuenta que saldría por sobre nuestras cabezas ya que la luz lo cegaba y no podía tomar vuelo en la oscuridad. Así de pronto todo se oscureció perdimos la noción del tiempo y del lugar creo que todos nos desvanecimos, al despertar nada de lo que vimos estaba allí, nos encontrábamos en medio de la nada sin agua, sin luz, sin comida, totalmente perdidos y solos. Frente a nuestros ojos apareció un santuario, y en su interior el mármol brillaba, con un ángel dorado incrustado en la piedra oscura de lo que parecía ser la cabeza de un monje con su vestidura transformada en corcel.
MARÍA DEL ROSARIO ALESSANDRINI |