El Rufián
En aquel tiempo yo lo observaba pasar por mi casa, contoneándose lentamente, brazos alzados, pasaba a todas horas, tenía un parecido excepcional a Clark Gable, solo que usaba perilla, vestía camisetas blancas y pantalones bombachos y zapato bostoniano. De piel blanca, ojos azules cabello negro, negro. Con el tiempo supe que se llamaba Pablo, auxilio a mi hermano mayor de un pleito o algo así, el vivía a unas cuadras de mi casa era cholo del barrio la 28, era el mayor de su familia, su padre había muerto o los había abandonado, era una familia muy humilde, muy católica, toda su familia era mestiza todos prietos, grasos excepto Pablo. Gradualmente lo saludaba era un hombre muy amable, en algunas ocasiones en su peregrinar, nos auxiliaba si un vehiculo estaba averiado, y sabia las chicanas esenciales para arrancar carros descompuestos, muchas veces se le miraba golpeado, con ojos morados, vendado, quebrado, pero siempre muy amable, a veces lo mirabas de gala con trajes de Pachuco, Flotando en Trajes enormes cadenas de oro, camisas coloradas, sombreros con pluma muy elegante, era un mirlo blanco.
Con el paso del tiempo lo conocí, tenia varios motes, El Zombie, El Rufián. Pablito tenia estilo, su lenguaje era el fluido que hubiera conocido, de colores, imágenes, situaciones, anuncios publicitarios, canciones vernáculas, pop, rock & roll, de tutti fruti. Era sabia hablar, y hasta donde, llegue a escuchar sus odiseas, se iba en tren a la sierra, vestido de paisano muy rasurado, llegaba al ultimo destino del tren y de ahí, unas 8 a 9 horas caminado hasta llegar, a su destino bodegas o la siembra de mariguana, se hacia de uno o dos costales, se los apañaba, tenia que sortear a los narcos, a los soldados, tenia suerte, siempre ganaba, era una leyenda viva, mientras en su casa todos luchaban cada día para salir adelante, lo culpaban de ser un hereje, se lamentaban de su conducta, cuartos de color rosa mexicano, imágenes de cristos vapuleados despiden el tufo de la miseria, lo destierran
-¡Te largas, que vergüenza!
Siguió su andar, pastillas, caguamas, motita, coca, mas jales, cantones, latas, changazos, desde la sierra de Chihuahua hasta Utah, Chicago. Muchas amantes su pecho, sus brazos, estaban escritos sus nombres, las amaba en especial a una charrita tatuada en su corazón llamada Ana, con su rostro lleno de lagrimas. En ciudad Juárez un acontecimiento gracias a los sueños de opio, le llevo a una conversión, una voz le dijo “soy yo Jesús, a quien le has defraudado” “Ve a tu ciudad y predica mi palabra”
Regreso al barrio, era un santón, una baba erguido, no comía, estaba a rapo, irreconocible, harapos aceitosos, y Predicando con una voz atizada sobre el diablo que estaba en todos lados y Jesús como lo salvo, en su mano derecha la biblia y en su izquierda una hipodérmica.
Pocos días después se ahorco en una casa abandonada con un alambre que le corto la cabeza, tiraron la casa, construyeron un parque, donde cayo la cabeza, esta una fuente muy bonita.
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