Dejaré que se tornen mis palabras
de inocentes palomas y alas blancas
a las hojas certeras y oscuras del árbol muerto.
Cambiaré las luces cálidas de mi alba
a pequeñas noches, con gotas de sombra
inauguradas de frío; Y todo invierno.
Acallaré las olas en los mares y los ríos
en el intento de arrancarlas de su vivaracha espuma
con mis propias manos, con mis propios verbos.
Supliré a los vientos en su eterno bagaje
de llevar mi voz a las alturas,
- con mil versos en cada bruma-
y ampliaré su equipaje con mil infiernos.

¿Dónde guardaré al poeta,
a la mar,
a la aurora,
al nombre,
a los ojos,
a la estrella o a la luna,
si ayer planté la simiente en cementerio?

¿Qué hará la loca letra que me tortura,
cuando mis dedos sean solo furia,
mi corazón dura piedra rota,
…y mi alma tan solo sea un misterio?