Hogaza de pan mojado

Aun tengo en mente ese sabor dulce y calentito de aquel pan que solía hacer mi padre. Desde que nos mudamos a esta nueva casa no he podido volver a probarlo. Pero mi padre dice que en cuanto terminemos el trabajo, regresaremos a nuestro hogar y todo volverá a ser como en aquellos días, en donde íbamos al monte de acampada y nos pasábamos la noche observando el cielo estrellado.

La verdad es que este trabajo no está tan mal, es un poco duro pero haces muchos amigos. Siempre hay gente nueva entrando y saliendo de la casa. Lo mejor del día es cuando ves pasar a la gente que va a salir de la casa, normalmente suelen ser las personas mayores o las que no pueden trabajar; por ello son devueltas a su hogar. Para conmemorar su despedida suelen darse un buen chorro de agua fría e incinerar sus viejos uniformes a rayas. Eso siempre ha sido tradición en la casa y por ello antes de la ceremonia siempre se ven caras largas y tristes, porque saben que es su último día aquí antes de regresar a su hogar y se les echará en falta.

Hoy por fin es nuestro gran día. Esta será nuestra última noche en la casa para padre y para mí. Veo a todos muy tristes, ya que las despedidas no suelen ser fáciles. Mi padre me abraza y me dice que me quiere, y que siempre me querrá. Le surcan unas ligeras lágrimas por su rostro mientras transcurre la ceremonia. Sé que es un día especial, y que por eso está tan triste y emocionado. Pero, al fin y al cabo, que mal nos puede hacer. Si tan solo es una ducha, ¿no?