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Inicio / Cuenteros Locales / carlosivankelso / EL ASESINO DE ZAIRA NARA

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Una noche como cualquier otra, Zaira Nara salía de su departamento, estaba cerrando la puerta cuando se dio cuenta que un hombre joven, muy alto y bien parecido, vestido en forma muy elegante, todo de color negro, incluyendo un par de guantes que le cubrían las manos, estaba saliendo del ascensor. Daba toda la sensación de que era un basquetbolista por su altura (dos metros), sus pies (calzaba cincuenta) y su cuerpo atlético y espigado. Llevaba un gran paquete en sus manos, muy sonriente, el muchacho le dijo a Zaira:
-Buenas noches Zaira.
-Hola – contestó sorprendida la ex novia de Forlán – Disculpame, pero, ¿Quién sos?
-¿No te acordas de mí? Nos vimos hace dos semanas en un programa de televisión...
-¡Ay, sí! – contestó Zaira – sos Carlos Delfino, el basquetbolista.
-Soy Carlos Delfino, el basquetbolista – reafirmó Carlos.
-¿Qué vinistes a hacer aca, Carlos? – preguntó Zaira – No sorprende mucho que hayas venido a mi departamento.
-Vengo en nombre de todo el equipo de básquet para traerte un obsequio, espero que te guste y que lo disfrutes, no va a ser para vos sola, claro, ¿Puedo entrar?
-Sí, claro – contestó Zaira manteniendo su asombro por la presencia de Carlos Delfino. Nara abrió la puerta del departamento y entró al mismo junto al basquetbolista.
Carlos se acercó hacia la mesa y depositó ahí un enorme paquete, muy sonriente, le dijo a Zaira:
-Abrí el paquete, a ver si te gusta.
La chica se acercó a la mesa y comenzó a abrir el paquete, por el olor que despedía Zaira de dio cuenta de lo que era, se trataba de un Queso, una enorme horma de Queso Gruyere, esos Quesos con grandes y voluminosos agujeros, Zaira no salía de su asombro al ver el Queso y sorprendida dijo:
-¡Un Queso!
-Sí, un Queso – dijo Carlos – espero que te guste. Por supuesto, lo tendrás que compartir con otras personas, es muy grande.
Zaira siguió mirando el Queso levantó la vista y observó a Carlos, sorprendida se dio cuenta que el basquetbolista tenía una enorme, larga y filosa espada samurai en sus manos. Claro, la había desenvainado mientras Zaira estaba sorprendida abriendo el paquete y viendo el Queso, que estaba sobre la mesa. Carlos inclinó la espada hacia la chica y la punta comenzó a tocarle el cuello. Zaira empezó a sentir el filo de la espada en su cuello, a la vez que temblaba y empezaba a asustarse.
-¿Qué significa esto, Carlos?
-Vine a asesinarte, Zaira – dijo Carlos Delfino con total naturalidad como si dijera “hoy es jueves” – Soy un Queson, nena. Asesinó mujeres como vos y después les tiró un Queso. Al principio las degollaba con un cuchillo ahora las decapitó con una katana. Asesiné a muchas mujeres, ahora llegó tu turno. A Valeria Mazza la asesiné yo. También decapité a Julieta Prandi y a Silvina Luna. Ahora llegó tu turno, Zaira – volvió a decir Carlos con la tranquilidad y serenidad que solo los grandes asesinos poseen.
La chica estaba realmente aterrorizada y solo atinó a arrodillarse para decir, en medio de un evidente estado de pánico:
-¡Por favor, Carlos, no me asesinés! ¡No me matés Carlos! Soy capaz de hacer cualquier cosa. Podemos tener sexo o lo que quieras, pero no me mates, Carlos.
-¿En serio? – le dijo Carlos siempre con la espada tocándole el cuello a Zaira – a ver oleme y chupame los pies, a ver si te gustan. Te aclaro que si intentas hacer cualquier cosa, te arrancó la cabeza. Ya lo hice con otras mujeres, no voy a temblar el pulso si lo tengo que volver a hacer. Soy Queson. Muy Queson. Me gusta el Queso y huelo a Queso.
Zaira entonces comenzó a sacarle las medias y los zapatos a Carlos. Este puso la planta de su pie derecho sobre el rostro de la chica, que empezó a chuparle, lamerle, besarle y a olerle los pies. Para espanto de Zaira, eran unos pies con un olor intenso a Queso, realmente apestaban, nadie lo hubiera podido resistir, pero el pánico y el terror de Zaira era tal que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa.
-¿Te gustan mis pies? – preguntó Carlos Delfino – calzo cincuenta. Soy Queson. Muy Queson. Me gusta el Queso y huelo a Queso.
-Huelen a Queso.
-¿A Queso? ¡Ja, ja! – sonrío Carlos – bueno Zaira, hasta aca llegamos, llegó la hora de la ejecución. Ahora sabremos que hay dentro de la cabeza de Zaira Nara.
-¡No, Carlos, por favor, no me mates, Carlos, no!
Zaira estaba diciendo esto cuando Carlos lanzó la espada samurai sobre el cuello de la chica, cortándole la cabeza. A continuación Carlos lanzó otros golpes hasta producir la total decapitación. El cadáver de Zaira estaba tendido en el piso, con la cabeza en otra parte de la habitación, con sangre en todos lados. Carlos limpió la espada samurai con las cortinas de las ventanas y al terminar esto agarró, con sus dos manos, el enorme Queso que había sobre la mesa, y lo tiró encima del cadáver de Zaira Nara, mientras decía en voz alta:
-Queso.
El asesino se retiró del lugar muy contento. Cometido el crimen, el basquetbolista ya podía concentrarse en el partido del día siguiente. Imaginaba que de haber una estatua suya en el Museo de Cera de Madame Tussauds, cualquier visitante podría decir: “He aquí a Carlos Delfino, el basquetbolista que asesinó a Valeria Mazza y a Zaira Nara”.

Texto agregado el 07-10-2012, y leído por 194 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
28-03-2022 y no podría hacer el favor de matar también al queso de Guanda Nara? cafeina
 
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