Estaba a punto de estallar, tenía deseos de morir. Me sentía abatida, triste, me deseaba terribles accidentes. Sucumbía.
Deambulo enojada por las calles, la gente; sus maneras de andar desenfrenadas, como zombis que compran, fuman, ríen, se enojan, venden, se besan, se saludan, devoran helados, se chocan cual tontas marionetas. Asoman al mundo con sus caras de soledad escondida tras las rejas de lo citadino, el desparpajo de las vidrieras abarrotadas, mi ropa empapada de sudor, las bocinas autistas de los automovilistas, usinas de ruidos en desperfecta armonía, una mujer apretando la frágil mano de su hijo… que salpica su llanto…pide, brama, insoportable.
Me intuyo… una infeliz.
Cruzo la avenida…desafiante, entre los autos que no paran. . Peatón contra carrocería. Uno a cero
Detesto lo urbano. Máscaras, caras, más caras. He ido demasiado lejos, perdida en una calle extraviada, entre un muro de musgos y enredaderas por entre los adoquines crece una tenaz vegetación, un pasto insolente. Me detiene el verde, ese color y el silencio de ese rincón perdido entre la urbe. Pájaros que vuelan.
Me planto y respiro profundo, desde adentro me late una voz, grita alegre…”aquí estoy”, “aquí soy”. Se ha despertado una brisa, juguetona me despeina, me penetra el aroma de los tilos en flor. La sombra es espesa, y los árboles refrescan, me siento resuelta a descansar sobre el umbral de una casona. Tiene las suficientes plantas y arbustos, un camino de piedras de colores y una poderosa aldaba de bronce, en una antigua puerta de madera, bellamente despintada . Un gato aparece en escena, camina hacia mis piernas y se menea mimoso contra mi pantorrilla.
Acaricio ese instante.
No puedo creerlo, no sé qué modifico en mí, me tranquiliza, una intuitiva paz me sobrepone, me recorre un bondadoso bienestar que me inunda.
Qué hermosa es la vida, hay una extraña rareza que escapa a lo humano y me invita a creer, a recomponerme de ese mismo mundo que me vomitó y al que escupí.
Me perdono, cada instante me divierte ahora, miro con ojos compasivos mis deseos tantos como mis errores.
Me fortalezco.
Me oriento cuasi mágicamente en el secreto de la vida misma, soy feliz.
Miro ilusionada el cartel que declara: “Se alquila”.
Y en ese zigzagueo, te pienso...
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