Las grullas paradas
en el ojo abierto del agua.
Un sol tuerce
el sanguinoliento horizonte
y en la h ora del ángel,
la tarde se va sentando
en la lengua faldosa del pastizal.
Pájaros a contraluz, rítmicamente,
con sus rectos vuelos
rayan el cielo entrecruzándolo.
El alambrado con su militancia
de postes erguidos
todo lo cuida, lo marca y remarca.
Y vos y yo,
parados ante ello,
con tu mano apretando con fuerza la mía,
nos tragamos a mansalva
la maliciosa propaganda turística
de la creación.
Texto agregado el 04-08-2004, y leído por 192
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