Culpan a los estúpidos de organizar tan disparatada marcha hacia el fin del mundo. Los nombras Depredadores de la más alta razón humana. Los ofenden y señalan sus extremidades como si de crustáceos borrachos se tratasen. Nadie ha pensado en realidad cuál es el motivo por el cual se han congregado en la plaza. Pasan de largo dejando un comentario a lo sumo pernicioso. Las señoras principalmente dicen de ellos la mayor de las ofensas que alguien de alcurnia puede dirigir a otro sin clase. Pero no nos vemos tan estúpidos. O sea, nada más porque nuestras expresiones parecen una sopa de contrariedades filosóficas no quiere decir que preferimos un plátano a un montón de billetes. Es verdad, quienquiera asomarse a este tumulto a merodear verá que todos nos parecemos, que algo tan insignificante como la personalidad nos cuesta asumirla por eso convenimos en optar por un solo rasgo. Dejarnos de individualidades. Ser perfectamente repeticiones sin diferenciarnos en nada y que por ello surjan acomplejamientos. No nos juzguen tan apresuradamente. Nacimos como somos. Diferentes a ustedes. Ustedes que despiertan por las mañanas y se dirigen a sus funciones. Nosotros carecemos de ella. Es cierto, somos irresponsables. Perdemos el tiempo en eventos de este tipo sin orientarnos hacia algo realmente productivo. Es más, creemos en el dios de las adivinanzas. Es nuestra afición favorita. Tratar de adivinar los mejores acertijos. Esto nos une aún más. Nos hace más estúpidos, dirán ustedes, pero lo disfrutamos. O sino, ¿alguien podría averiguar por qué no sería así?