Hacia mucho, mucho tiempo que no se sentía tan bien.
Se sabía adormilado, justo en esa tenue línea en la que el sueño forma parte coherente de la realidad, mezclándose las cosas que uno se imagina con las que realmente ocurren. Pero aun así, era consciente de que se encontraba en la mismísima gloria.
Y no era para menos, según entendía.
Hacia varios años que no mantenía una buena relación con Carmen, su mujer, hasta el punto de que ya apenas se hablaba. Sus vidas transcurrían totalmente paralelas, sin cosas importantes que mencionar, sin nada interesante que decir, sin nada en común que disfrutar. Llego a sentir, en algunos momentos, que su vida era un autentico fiasco, que nada tenia sentido, que no había nada por lo que valiera la pena luchar.
Y casi cuando empezaba a considerar que todo estaba perdido, descubrió a Susana.
Aquello fue lo que llamaríamos “un flechazo”.
Desde el primer día que ella acudió a trabajar a su oficina, desde la primera mirada, supo que seria para él. Que serian ambos uno del otro ya que ella le correspondió exactamente con la misma intensidad y, prácticamente, al mismo tiempo.
Aquella misma tarde quedaron para tomar un café en el bar de la esquina y según iban entablando conversación se dieron cuenta de la cantidad de cosas en común que tenían.
El miraba sus labios mientras ella le explicaba lo mucho que le gustaba viajar y apenas la escuchaba, distraído viendo como silueteaban las palabras aquellos maravillosos gajos de color escarlata, que junto a sus ojos miel, su naricita respingona y esas pequitas, hacían que la sangre no le llegara a penas a la cabeza .
No... No oía lo que le decía, aunque sabia que le agradaba mucho su tono…pero en sus oídos solo retumbaban desaforadamente los golpetazos que su corazón enloquecido le propinaba.
Ese rostro perfecto, enmarcado en una frondosa melena rizada y castaña, era solo parte de un cuerpo de esos que quitan el hipo;
Cuello de cisne, hombros que suponía de seda, unos pechos que luchaban contra la tela que se afanaba en sujetarlos y una cintura tan increíblemente ceñida que sentía autentico vértigo solo de recorrerla con la mirada…y que decir de sus piernas!.
Dos hermosas columnas griegas que sujetaban el resto de un templo!
Así era Susana para el. Un primor absoluto.
Cuando por fin pudo centrarse en su voz – haciendo un esfuerzo - se dio cuenta que, para postre, su conversación era inteligente y fluida;
Que todo lo que decía era interesante, ocurrente y gracioso.
Se imaginaba en el cielo!
Y esa misma tarde lo conoció cuando hicieron el amor, como verdaderos posesos, en aquel hotel de las afueras.
El tiempo se desvaneció, las horas se confundieron y las luces y las sombras bailaban al compás de su danza primigenia.
Ahora, sin noción alguna de la hora, acostado boca arriba y con los ojos cerrados, adormilado y satisfecho, adivinaba el calor de su cuerpo al lado y era como un imán tibio para él…que lo atraía, que lo inducía, que le avivaba la sangre de nuevo y lo disponía a hacerle el amor otra vez, todas las veces que su cuerpo se lo permitiera…
Pero ahora, lo más importante era sentirla. Aún continuaba en el cielo.
Dejarse llevar por la modorra, arrastrándose por el sueño como una culebra sintiendo el suelo, con todo el cuerpo, con todo su ser.
Se giró sobre su costado con los ojos cerrados y su mano aterrizó suavemente en uno de sus pechos cubierto con aquella tela suave y delicado encaje. Aplicó su cuerpo al de ella, sonriendo para si mismo, acoplándose como la pieza de un puzzle a su contorno y con la voz entrecortada por la excitación, saliéndole desde las entrañas del sueño que lo embargaba como un fluido; Le dijo suavemente al oído:
- Te amo Susana...te amo, como nunca amé a nadie…
- ¡Eeeh! ¿Quién demonios es esa Susana? – gritó Carmen, quitándose de un manotazo su mano del pecho!
(re edición)
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