DE MONJAS Y CAPITANES
Cuarta parte.
Resumen:
Don Luis de Barrasús, Capitán General del Centro de América ha recuperado a su hijo y a su amada Jimena, con la que se ha casado.
La Madre Superiora, para vengarse del desaire del Capitán prepara...
En estas tres partes veremos las aventuras de Don Luis y de Don Rodrigo, Cirujano de la Corte hasta la llegada a Roma de ambos.
Guatemala
Capitanía general del Reino
Sentados uno frente al otro, Don Luis de Barrasús y Trafalgar, Adelantado del Centro de América y Don Rodrigo Prats i Barillas, Cirujano de la Corte por orden Real, conversaban en el patio de la casona de este último en la Capital de Guatemala. En el centro del patio, una fuente de piedra cantaba sus canciones de agua, mientras un niño de unos 7 años jugaba con los chorros que le salpicaban constantemente. Su acento muy andaluz, semejante al del padre, divertía al médico.
Una mestiza esbelta, de piel bronceada, elegantemente vestida seguía con deleite los movimientos del pequeño.
-Luisillo, hijo, por la Madre Superiora, no te mojes, que luego te da la peri tiflitis...
-¡Mare, por Dio! ¡Que solamente juego! Contestaba el chaval, metiendo los dedos de una mano en el agua, y el dedo índice de la otra, en la nariz.
Los dos hombres, encerrados en su conversación, hacían poco caso a tan idílica escena.
-Don Luis, he oído que mañana partís hacia Quezaltenango en busca de tientes y tejidos que os ha encargado el Rey, desde la Península. Tened cuidado ya que el camino es duro, hay asaltantes en el camino y los presos escapados del calabozo permanecen escapados. He decidido acompañaros.
-Descuidad amigo. Llevo al “Lobo”, a “Falete” y a los tres amigos indígenas, a la par.
El carruaje va lleno de alimentos, bebidas y provisiones para el camino, y varias entregas para el Capitán Fran Silvestre y Sololuna, comandante de aquella ciudad. Perded cuidado que he de volver pronto. Pero si me acompañáis... algún burdel interesante ha de haber en Quezaltenango para divertirnos. Dijo esto volteando la cara para no ser escuchado por su esposa.
Seguidamente se levanta, da un beso a Jimena y, con la copa en la mano, hace un signo de brindis.
- Cuando vuelva, habremos de ir a la Península, para que conozcáis mi patria, amada mía. Ambos se besaron, y una pluma del birrete del Adelantado, se introdujo en el ojo de la dama, la cual pestañeó aceleradamente.
- ¡Púchica, Luis, por poco y me dejáis tuerta! Y sonrió con dulzura.
Mientras tanto, en el Convento de las Milagrosas, la madre Superiora, llamada Madre Angustias del Corazón Traspasado, urdía su plan para vengarse de Don Luis, su maestro de Decamerón y de Doña Jimena, su enemiga en los quereres del Caballero. Preparaba, con la raíz del Chiltepe, planta que producía unos pimientos muy pequeños y redonditos, pero sumamente picantes, un brebaje. Esta raíz, “camotillo”, era muy venenosa y la utilizaban los indígenas para cazar. Pero tomada, mezclada con el vino, mataba personas o envenenaba intestinos. Se decía que ese veneno era peor que la Cicuta y el Curare. Llamó al sacristán, un canario musulmán, convertido, quien acudió presto al llamado de la monja.
- Decidme, madre... soy todo oídos.
- Dadle este doblón de plata a Simón el Pulgas, el que cuida y atiende las caballerizas de la Capitanía. Que le quiero ver “ipso facto”.
Se restregó las manos. El plan estaba en marcha...
Simón el pulgas escuchaba atentamente las directrices de la madre superiora.
- Escucha bien y no seas estúpido, ves este brebaje, debes volcarlo en las botellas de vino que llevará Don Luis para su consumo personal y el de sus amigos, no te equivoques y tendrás otro doblón si todo sale bien...
La expedición a Quezaltenango la abrían “ Lobo “ y “ Falete “, iban hablando de sus cosas, cosas importantes desde luego...
- Quillo, sabes una coza, tengo una gana de vorvé a Sevilla que no vea, estoy jarto de tanto mozquito puñetero, lo primero que voy a hasé e jartarme de jamón y pazarme por la piedra la primera morena de ojo verde que me encuentre, tú que me dise...
- Anda ya , anda ya, mira miarma, que ziempre pienza iguá, na ma que en follá y en comé, lo primero e lo primero, osease, lo principá e vizitá a la mujé y a lo churumbele, que tienen que está mu cresío y luego no jartamo de tó lo tu ha dicho, cojone...
Don Luis y Don Rodrigo habían abandonado el carruaje, preferían cabalgar, siempre cabalgar, e ir tomando el fresco mientras conversaban también de asuntos relevantes...
- Y porqué tantas ganas de volver a la patria, acá en estos lares se está haciendo un hueco vuestra merced.
- Mire, mi buen amigo Don Rodrigo, a mi se me vicia el aire, no puedo respirar, será la humedad, o la falta de invierno, el caso es que tengo decidido mi regreso a Sevilla...
- Ja, ja, ja, ja, perdonad estas risas, pero no creo que sean los aires, si no otras cosas, no será que lo busca en Sevilla sean otras humedades, está claro que no se conforma con comer un plato de una sola que es caballero hambrón, con una se queda insatisfecho y quiere más, y más..
Los dos reían a carcajadas mientras con la mano hacía señas para hacer una parada donde meter algo en el estomago y reposar las encalladas posaderas.
Bajo la sombra de un adusto árbol y cerca de un riachuelo se decidieron a iniciar el descanso cuando tras los arbustos aparecieron cuatro hombres, malencarados y cargados de hierro hasta las muelas, con la mala suerte que Falete y Lobo andaban un poco lejos regando las plantas.
- Amigo Rodrigo, no sé si este negocio le vendrá grande - dijo Don Luis mientras le guiñaba un ojo -
- Bueno... Siempre he dicho que las riñas igual que las mujeres, grandes, anden o no anden.
Cada uno se encomendó a quién pudo o a quién quiso, dos para uno y otros dos para el otro y aunque venían con ganas de mandar al infierno a más de uno, no se les veía demasiado ágiles manejando daga y hoja larga a la vez, así que tras varios arranques y un par de pinchazos en las nalgas y alguna que otra patada en los cojones, salieron corriendo cual les siguiera el mismísimo Belcebú.
Después de la riña y la contada a sus amigos se sentaron para celebrarlo, mojama y vino para la sed, risas y recuerdos...
Al día siguiente levantaron la acampada pero Don Luis y Don Rodrigo no pudieron cabalgar, el segundo como cirujano de la corte dio su diagnóstico.
- Este dolor de culo no es normal, estas almorranas son dignas de su mismísima majestad.
Don Luis, pensativo, dio otro diagnóstico.
- Creo que detrás de todo esto se encuentra esa puta vieja, en vez de estocadas de amor debí dárselas de otro tipo, mala envenenadora debe ser, que cada vez que me siento me acuerdo de su santa familia, valiente perra, seguro nos paga esta ofensa.
El carruaje partió lento y con cuidado de no coger baches, Quezaltenango ya quedaba cerca y las blasfemias de ambos se escucharon largo rato.
Próxima entrega en agosto 5.... Quezaltenango |