Las horas de sábado en la tarde son cuando la mayor actividad se registra en el centro comercial, en las tiendas y almacenes, restaurantes y cinemas . Los compradores se apresuran a buscar los mejores precios y si es posible gangas, los mejores asientos y gozar de bebidas y platillos.
Entré a uno de los almacenes más grandes llamado GEMCO que es parte de una cadena nacional. Siempre tienen alguna promoción para atraer compradores y grande fue mi sorpresa al notar que en este fin de semana eran instrumentos musicales los que presentaban con ‘precios de quemazón’.
Dos negros y lustrosos pianos daban la bienvenida, uno vertical y otro pequeño de cola. Con curiosidad me acerqué a éste y casualmente empujé una de las blancas teclas centrales. Grata fue la impresión que me causó cuando escuché la nota en forma clara y sonora. La muchacha vendedora se me acercó de inmediato y me explicó que en estos pianos modernos el sonido es más rico porque gracias a la tecnología, electrónicamente se hacía la vibración de las cuerdas más ricamente pronunciada.
En mi asombro le pregunté si me sería posible sentarme a tocar alguna cancionsita. ‘Por supuesto’ me respondió la graciosa dependiente agregando - ”Con esa intención es que los presentamos estos días, así que tome un asiento y toque lo que desee”.
Me acomodé en el banquillo, posé ambas manos en el teclado…aún no decidía cual sería la melodía. Había sido expuesto a la música clásica desde temprana edad gracias a que mi abuelita había sido profesora de piano. Desde aquel entonces ha sido una de mis piezas favoritas la famosa "Rapsodia húngara # 2" de Franz Liszt y pensé que sería ideal para probar la calidad del piano comenzando con las cinco primeras notas: bam, bam-ba-ram-baaan. El sonido repercutió en todo el local y alguna personas se tornaron para ver de donde provenían. Cerré los ojos y me sumergí en aquella bella música y al abrirlos noté que un círculo de compradores se formaba al derredor. Ignorándolos continué interpretando aquella obra inolvidable.
Cuando empecé a tocar el alegre arpegio noté a una graciosa niña afro-americana de cinco o seis años quien se colocó en una esquina cerca del instrumento para observar mis manos. Al verla me regaló una linda y tímida sonrisita mientras llevaba el compás con sus brinquitos. Aquella música me inspiraba a tocar aún mejor, me invadía el alma y me hacía sentirme en las nubes. Por fin llegué al final de la rapsodia que sierra en igual forma con tres enfáticas notas: ¡Dum-dim-dum!
Me quedé inmóvil recobrándome de la emoción. De pronto escuché que los presentes, poniendo paquetes en el suelo, me premiaban con espontánea ovación para mi gran sorpresa y alegría. Parecía que todos los compradores de la gran tienda, al menos más de cien, habían formado un gran círculo. De nuevo la muchacha se me acercó sonriente preguntándome mi nombre para luego anunciarlo a la audiencia el nombre del “artista”. Algunos se me acercaron a estrecharme la mano o darme palmaditas en la espalda y al cabo de un rato todos prosiguieron en sus menesteres.
Solamente la negrita quedaba en el mismo lugar al lado del piano y con la misma timidez se acercó para decirme “Toca muy lindo, señor, como lo hacía mi mamá ¿Puedo darle un besito?”. Me colocó el besito en la mejilla y tomado su cabeza le correspondí con un beso en la frente.
Sentí en ese instante aguda presión contra mis costillas, abrí los ojos. A mi lado estaba mi esposa en la cama preguntando “¿Qué estás soñando, alguna pesadilla? Estás haciendo ruidos con la boca y la tienes parada como dando un beso”.
-“Nada” le dije “soñaba que tocaba un piano en el GEMCO y que la daba un besito a una niñita”-
-¡Que piano, ni que GEMCO, ni que niñita! Ya te conozco esos gestos, Dios sabe qué soñabas y GEMCO cerró hace como diez años. Ni piano tenemos”-
Me hizo recordar de la vez que oyendo misa, antes de que el padre empezara su sermón dejé atónitos a los feligreses cuando interrumpí al ponerme de pie para empezar a cantar el "Ave María" de Gounod (otra de mis favoritas) mientras la esperaba en el auto en el estacionamiento y ella llegaba del dentista.
Ganas me dan de aprender a leer y escribir música, quisiera componer un par de óperas que hace algún rato me vienen dando vuelta en la cabeza por las noches.
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