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Inicio / Cuenteros Locales / AlexisJV / Una muerte prevista.

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Una persona está sentada sola en su casa; sabe que no hay nadie más en el mundo: todos los otros seres han muerto, de pronto… golpean a la puerta.
Sorprendido por la situación, se levanta del sillón y camina hacia la puerta principal. Mira a través del cerrojo e inmediatamente se aleja. Un hombre lo ha visitado…
Hasta ese momento creía que estaba solo en el mundo, como un cielo sin estrellas, encerrado en su mente, tranquilo, inmutado, a la espera de quién sabe qué.
“¿Esto podría estar pasando realmente? No hay nadie más en el mundo, solo yo existo en esta miserable chacra, el único en todos estos campos, no queda nadie más. Pero este hombre está vivo, ¡alguien más está vivo!” Piensa el Sr. Santoro. Tanto tiempo sin conversar con alguien, sin compartir una alegría, un “buen día”….
-Sr. Santoro, abra por favor.- dice el hombre golpeando insistentemente la puerta.
Un escalofrío recorre su cuerpo y tartamudeando, casi sin acordarse de pronunciar las palabras, contesta:
-¿Qué es lo que quiere? ¿Quién es?-
-Pues señor, he recibido una llamada de parte de usted, dijo que estaba en peligro…- contesta el hombre.
Junto a la puerta hay una mesita. Sobre ella: un velador, el teléfono y un libro. Necesita defenderse con algo, y ese algo no lo encontraría ahí, sino en la cocina. Va rápidamente hacia allí, de la mesada agarra un cuchillo en su puño, lo esconde en su bolsillo trasero y lentamente va a abrir la puerta, como si ya supiese lo que está sucediendo y quien se encontraba fuera.
Algo en ese hombre le resulta familiar y extraño. No lo conoce, pero en alguna parte de su mente existe. Viste una camisa, un jean gastado, un cinturón negro, alpargatas y un trapo algo manchado colgado en el bolsillo. Tiene el pelo castaño y algo grasoso, pero particularmente le inquieta esa mirada, esos ojos grises que lo miran, tan idénticos a los de el.
-Bueno… ¿qué es lo que realmente quiere? – insiste el Sr. Santoro.
-¡Alguien vendrá a asesinarlo! ¡Es lo que usted me dijo! Dijo que venga a salvarlo, que me quede con usted y que llame a la policía. Pues ya lo hice, tardarán, pero mientras tanto estaré con usted. Ah, por cierto, soy Louis, señor, no bromee conmigo.- contesta el hombre algo alterado.
-¡Basta de mentiras!- grita el Sr. Santoro. Y en ese momento, Louis se abalanza sobre él, agarrando el cuchillo de su bolsillo, intentando matarlo.
Forcejean, se golpean, el cuchillo pasa de mano en mano en todas direcciones, ahora lo tiene el Sr. Santoro, el cual hiere a Louis con grandes cortes en sus muñecas y en otras partes del cuerpo. La sangre salpica en sus ropas, el piso se convierte en una laguna roja. Increíblemente el Sr. Santoro se da cuenta que no ha recibido ningún rasguño y además sabe desde un principio que Louis es el asesino.

Esa mañana despertó con una idea en mente. Sintió la necesidad de hacer algo, organizar algo. Dobló las sábanas, se puso un jean algo gastado, una camisa a cuadros, sus calzados cotidianos y fue directamente al baño. Lavó su arrugada cara, frotándose los dedos entre sus ojos grisáceos que instantáneamente se fijaron en el cesto de ropa sucia. Dos toallas amarillas (las únicas que tenía), un par de medias negras agujereadas (ya ni se las consideraba medias de tan arruinadas que estaban) y un buzo de lana (antiguo regalo de su tía abuela).
Ese buzo lo retornó a su pasado, el cual no fue tan emocionante. Era un hombre de pocas palabras. Le gustaba estar solo, leer alguna que otra novela, evitaba las visitas y las llamadas telefónicas y se sentía mejor viviendo lejos de la zona urbana. Era gruñón, medio loquito, tal vez algo chiflado. La última escena y quizá la única que se acordaba era la de sus seres queridos despidiéndose de él, recibiendo un buzo de parte de su tía abuela.
Luego de lavarse la cara y secarse con un pañuelo que tenía en el bolsillo agarró el cesto, lo llevó al lavadero y luego de lavar todo fue al jardín a colgar las prendas en el tendedero.
Al mediodía, después de almorzar un abundante guiso de lentejas, juntó la vajilla y la puso en remojo en el fregadero. Fue a la sala y comenzó a hacer lo que más le gustaba, leer novelas. Lo más sobresaliente de aquella sala era la gran biblioteca amoldada a la pared. Tenía cientos de libros, algunos eran regalados, otros los había encontrado en un galpón abandonado (o eso creía) y el resto los había comprado durante años. Compraba de a cinco, seis y hasta nueve libros por día, ese fue su récord. Le gustaba coleccionar, más precisamente los quería para leer en sus ratos libres. Tenía un libro en mente para aquel día, era uno policial, uno de los más antiguos. Fue hacia la biblioteca, tomó el libro y comenzó a leer, sentado cómodamente en el sillón.
Habían pasado dos horas mas o menos de lectura, entonces decidió terminar el capítulo que estaba leyendo. Se levantó y dejó el libro en la mesita junto a la puerta. En ese instante observó el teléfono. Pensó en cuántas llamadas hubiera recibido si no hubiera cortado el cable hace tantos años desde que se mudó. No podía llamar a nadie, ni recibir llamadas…Imposible.
Volvió al sillón a descansar un rato, viendo como el sol bajaba cada vez más y más y en ese momento comenzó el episodio…

Arrastra a Louis hasta el baño, planeando limpiar todo tipo de rastro. La sangre dibuja una gran mancha rasgada en el parquet. El sol evita la escena, ocultándose en el horizonte, formando sombras alargadas y proyectando un anaranjado cálido, indicando el fin de una tragedia.
Cree que tal vez sus huellas digitales estarían grabadas en el cadáver, entonces, lo coloca en la bañera, se arremanga la camisa y abre el grifo, dejando correr el agua. Está fría, tan fría que él mismo siente como se empapa su nuca.
Ya tiene todo planeado, enterraría el cuerpo en el monte, lejos de su chacra, procurando borrar todo tipo de rastro que lo pueda involucrar a futuro.
Antes de limpiar el cadáver y la sangre, va a buscar las toallas colgadas en el tendedero para secarlo y luego envolverlo. Esa luz anaranjada lo marea, lo hace tambalear. En ese estado sale al jardín, agarra las toallas y vuelve al baño.
Las toallas caen al piso. Sus manos se paralizan, sus ojos no creen. El susto corre por sus venas hasta emerger de su cuerpo. El cadáver de Louis ha desaparecido…
Observa el piso. Hay charcos de agua y manchas de sangre que vienen y van en dirección al jardín. No puede ser cierto, ¡Ha escapado!
El mareo se hace más profundo, ya casi no tiene fuerzas para respirar, el miedo lo abduje a un profundo dolor. Con el sol ya oculto, los rayos disipándose, la oscuridad toma forma. Sus manos ya no responden. Ve sus muñecas sangrar en profundos cortes. Siente un dolor en el abdomen, como si le hubieran apuñalado despiadadamente. Desplomándose hacia la bañera y con el último suspiro, alza un grito de locura. Ya es el momento. Sus deseos de morir se hicieron realidad…
Ya nada tenía importancia, la soledad lo corrompió hasta el estado más perturbador. La imaginación logró su cometido…Louis Santoro lo ha logrado.

Texto agregado el 28-09-2012, y leído por 175 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
28-09-2012 Una historia policiaca, de terrorm y de perturbado mental. Me gustó porque te atrapa hasta el final y está muy bien escrito. Felicidades elpinero
 
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