Se volvió loca dijeron todos y algunos se la imaginaron tejiendo febrilmente un chaleco interminable con esos hilos color verde esperanza de los cuales hacía tanto alarde. Otros pensaron, con justa razón, que los enfermeros la habían tomado en vilo y envuelta en esa misma prenda a modo de camisa de fuerza, tirada como un bulto oprobioso en una bulliciosa ambulancia para arrojarla después en la primera casa de orates que se cruzara en su camino. Los menos, creyeron que ella se había atrincherado en su choza, amenazando con sus ojos desorbitados a quienes se atrevieran a molestarla. Nadie pudo siquiera entender que su locura no era tal, sino la perpleja reacción de una simple mujer a la cual un hecho trágico hizo jirones su existencia y en su inútil intento por recomponerla, ahora sólo atina a bracear con desesperación en la bruma espesa de ese hogar desdichado, tratando de pegotear cada recuerdo, cada hecho, cada trazo, cada color, para, de una vez por todas, poder echarse de nuevo sobre sus hombros esa vida dolorosamente remendada y continuar caminando…