¿La muerte nos cambia?
Cualquier día de estos me pego un tiro. No tengo ningún arma, pero siempre lo pienso, mientras me llevo un sorbo de café a la boca, frente a la pantalla del televisor que nunca enciendo.
Diarios, revistas y libros, todos apilados en cada rincón de la casa. Si habré leído uno o dos, sería exagerar.
Después de mi jubilación, mi vida pasa frente al televisor que mantengo apagado, porque me molesta el ruido. Ahí me observo a diario y veo como me estoy acabando poco a poco.
Cierto día, (no recuerdo cuál fue, tampoco llevo la cuenta, para mí los días son iguales, es más, para mí todos los días solo son un largo día y nada más) golpearon la puerta de la casa, me dirigí hacia ella y abrí solo un poco, para ver quien venía a molestar. Al instante un tipo entró con un arma en la mano y detrás de él, otros tres más. Me golpearon fuertemente, me amarraron y uno de ellos no dejaba de apuntarme con el arma, mientras los otros tres, se llevaban lo poco y nada que tenia de valor en la casa. Fue entonces que en aquel momento supliqué por mi vida, fue horrible y eterno.
Nunca había sentido tanto miedo, nunca había valorado tanto mi vida como ese día. Me lamentaba de no haber hecho más cosas con todo el tiempo libre que tenía. Pensé que si llegaba a salir de esa, mi vida tenía que hacerla cambiar. Le pedí a Dios que me ayudara. Y me desmayé del dolor.
Cualquier día de estos me pego un tiro. No tengo ningún arma, pero siempre lo pienso, mientras me llevo un sorbo de café a la boca, frente al espacio vacío donde tenía la televisión que nunca encendía. |