El universo es un mar que avanza dentro de un oscuro desierto, pero muy importante, quizá lo único que acaso nos sostenga, de nuestra parte, no en vano queriendo colmar su basta capacidad, somos un infinito parcial como colgado de troncos en forma de horqueta por ejemplo, prendidos de éste todo del color de la sombra, además agarrados con desesperación, con autonomía y autosuficiencia parcial, donde flores y guirnaldas adornan en su nombre un terminal inexistente, espejismo subliminal, que aparte colabora en dar una sencilla explicación de parte de la sabiduría, caracoles con rostro de tortuga catedrática, una pintura rupestre como agua sin nitrógeno aunque necesaria.
Estamos girando sin quererlo admitir, porque unas alforjas ruedan descaradas sin fin, independientes de la soberbia que se apaga con un simple soplido, entre poleas vagas y atorrantas también, que no se cansan de respirar como en medio del océano oh respirador artificial.
Piensa Dios en divertirse con desparpajo y un aire de huracán le colma los pulmones de felicidad, ha mecer la felicidad en cuatro ruedas entonces, de aire con carruajes y fetiche, sonrisa del pícaro que sabe rodar y alimentar al vicio éste.
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