Una extensa linea de dorado sport atraviesa el desierto, se eriza, dando giros en torno de un macizo medano, que primero fue un resorte hasta crear un ovillo.
Pero deja ver una cueva, donde se esconde mi robusta imagen material, ahora espejismo, que más, de un eterno que supo resquebrajar la piel y la miel que asomaba sobre el éxtasis.
Pero alguien hace delatar una verdad que abre una compuerta en dirección al castigo, dolor que esparce migajas, encendidas de tortura, risueña esperanza en real retirada, que desvanecida antes de alcanzar el futuro, lucha por ganar el rodeo del trofeo.
Estoy recibiendo una briza que también castiga pero insuficiente, mezquina, ahora quizá pueda alcanzar un pájaro o un avión perdido.
Pero de lejos se mete una arboleda que danzante se voltea sobre nosotros, formando todos una ronda de sujetos, que viajamos sobre rieles de un andén al futuro.