Me encantabas tanto, Lulú, hicieras lo que hicieras,
Todas tus pronunciaciones bruscas y expresiones preciosas,
Tu inocencia tan fácilmente impresionada,
¿Recuerdas cuando fuimos al rancho y no parabas de tratar de hablar con las luciérnagas?

Eran tan intermitentes, Lulú, pero no cesabas de querer tenerlas todas.
Lamento tanto haber matado a aquella pequeña lucecita neón, Lulú,
Sólo quería que vieras cómo brillaba en tu blusa.
Sabes que jamás le haría daño a nadie, sólo quería que fueras parte de ellas, Lulú.

Y tu perfume, Lulú, lo olvidaste aquí.
Te extraño por segundo cuando lo veo, tu chifonier sigue oliendo a ti, prefiero no abrirlo.
Lo siento, Lulú, sólo quería ver la etiqueta de para comprarte uno nuevo, ya iba a ser tu cumpleaños.
No fue mi intención derramarlo, ¿qué iba a saber yo que ya no lo hacían, Lulú?

Te juro que caminé desde la casa hasta La Fayette para bucártelo,
Hacía de ese frío que le congela a uno los tobillos y seguía buscando cegadamente aquel perfume.
Eres tú, Lulú, como el perfume y yo buscándote.
¿Qué necesidad, Lourdes, qué necesidad de dejar de hacerte?

Me enervaba tanto ser zurdo, Lulú, odiaba que chocaran nuestros codos.
Sólo quería que pudieras comer tranquila, aunque sé que te causaba gracia y cambiabas de mano.
Esa carcajada que soltaban tus ojos con tu sonrisa, Lulú, tan perfecta como siempre.
¿Por qué tenías que ser tan perfecta, Lulú?

Nunca se te olvidaba nada, Lulú, recordabas hasta el número de cuarto en Atenas.
No gozo de mala memoria, sino no recordaría todas estas cosas, Lulú.
Qué daría por otro helado en Milán, Lulú, aunque volviese a ser pleno invierno.
Siempre dijiste que nunca era tarde para un último helado, Lulú.

Y ¿ahora a quién?, Lulú, ¿para quién voy a buscar el helado ahora, Lulú?
Siempre me gustó pero porque era tuyo, era una dulce victoria de la cuál no estabas enterada nunca.
¿Ahora cómo te gano sin que sepas, Lulú?
¿Ahora con quién pierdo, Lulú?