Cuando logré por fin acomodarme en uno de los asientos del bus, me percaté que en uno de ellos había una mujer bastante extraña, vestida de gris. Al principio la vi como cualquier otra persona más, esperando llegar a su casa después de una larga jornada de trabajo.
El trayecto a casa era bastante largo y agobiante, al menos así lo sentía yo. El camino se me hacía eterno, aunque solo era una hora y media arriba del bus. Con tanta vuelta y paradas en casi cada esquina, cómo no iba a ser largo.
Así era mi vida, tan monótona como siempre, de la casa al trabajo y del trabajo a la casa. La misma rutina todos los días. Estaba pensando en eso cuando de pronto sentí una respiración en mi oído y una leve humedad en mi oreja a causa de una lengua que se deslizó suavemente. Me giré lentamente y asustado. Era la mujer que vestía de gris, de pie, al lado de mi asiento. – si quieres puedes hacerte a un lado – dijo. Yo casi sin pensarlo y muy nervioso, automáticamente me levanté y la dejé pasar al otro asiento, al lado mío, frente a la ventana y volví a sentarme en mi lugar. Ni siquiera pude ver su rostro, no me atreví, simplemente me quedé con la mirada fija en la parte trasera del asiento frente a mí.
¿Cómo te llamas? – preguntó. Con una cálida y sensual voz. Fue entonces cuando decidí mirarla y tembloroso le dije – me llamo David. Ella no me miraba, su vista estaba pendiente de las gotas que se deslizaban por la ventana. Estaba comenzando a llover. Si te dijera que soy una asesina en serie. ¿Qué pensarías? – me dijo. Mientras seguía el camino de las gotas de lluvia tras el cristal, con sus largos y finos dedos pálidos. Más nervioso aun de lo que ya estaba hasta ese momento, quedé con aquella pregunta, mientras rascaba mi oreja. No sé como habrá estado mi cara, pero me respondió antes que le contestara… tranquilito – me dijo. Y largó a reír. Yo también le sonreí, pero de los nervios. Pensé – esta tipa está loca. No estoy loca – dijo- como si hubiera estado dentro de mis pensamientos siguiendo la conversación, mientras aun seguía con la mirada fija en el cristal. Si fuese una asesina, tú serías mi víctima, ¿no crees? No le respondí, todo lo que quedaba de trayecto fue un completo silencio. Estaba tan nervioso que ni se me ocurrió cambiar de asiento, solo me quedé sentado al lado de ella, pensando en que pronto llegaría a mi casa, sin embargo sentía que no quería bajarme. Algo me atraía de esa mujer, tal vez ella estaba rompiendo mi monotonía. Estaba nervioso, pero a la vez ansioso, intrigado y con ganas de saber cómo terminaría ese día.
El bus ya estaba cerca de mi paradero y yo no quería levantarme, sabía que algo podía pasar, algo tal vez mágico, tal vez podía ser el comienzo de alguna relación bastante extraña, pero a la vez diferente y sentir que por fin mi vida cambiaría un poco.
Si no quieres hacerlo, no lo hagas – me dijo. Es simple. Y me tomó del brazo como reteniéndome. Tragué saliva y respiré profundo cerrando mis ojos. No le respondí nada. Todo hacía parecer una película de esas en las que siempre aparece alguien para cambiar tu vida, algo que nunca ocurre en la vida real, tal vez mi destino estaba cambiando, quería cambiarlo. – si te bajas, hazlo ahora. Después no podrás, no te dejaré, me dijo sonriendo, casi como disfrutando del control que tenía sobre mí en ese instante. Y yo más aun me sentí protagonista de una película diferente. Y le respondí con una sonrisa.
La tierra húmeda y las gotas de lluvia comenzaban a cubrir el cuerpo y el rostro de aquel hombre, mientras sentía como disminuían los latidos de su corazón y también su falta de oxigeno, que con cada respiración leve, se hacía más escaso. Mi vida siempre fue rutinaria, siempre lo mismo. Nunca hice nada atrevido, nunca algo tan extraño como fugarme con una mujer que recién había conocido y menos en un bus, nunca pensé que de tal forma podría romper la rutina de mi vida… y mucho menos pensé en conocer una asesina en serie que fuese tan sincera.