Desperté después de un sueño bastante tonto. Malhumorado, como todos los días y me dije – otro largo y aburrido día más, para agregarlo a la lista de mis largos y aburridos días. Si mis sueños son aburridos, largos y tontos, no puedo esperar que mi vida sea la gran cosa.
Mientras desayunaba, pensé – no tengo talentos como las demás personas, o bien no los encuentro. Se supone que todos tenemos algún don escondido, en algo deberíamos ser mejores, supuestamente, que son características propias de cada uno para diferenciarnos y hacernos especiales, pero tal vez no es tan así.
Si lo pienso, la vida podría ser de lo más bien comparada con una película. Tenemos dentro de ella a los personajes protagonistas, antagonistas, secundarios y por último encontramos a nosotros, los extras. Así me defino, como un extra cualquiera. Un extra, esa es la palabra exacta. Mi función acá es pasar desapercibido, sirviendo solo para rellenar el ambiente, la escena, servir de relleno a los protagonistas y hacer que no se vea como una película tan desierta, aunque claro, al parecer ya somos muchos extras rondando el planeta.
No es justo, creo haber leído por ahí en alguna revista, una nota sobre los hemisferios cerebrales que decía ’’el hemisferio derecho cumple funciones como el de imaginar, mientras que el izquierdo ocupa lógica’’ pero al parecer en mi no funciona ninguno de los dos y si lo hacen, lo hacen mal supongo, porque soy pésimo imaginando, siempre imagino lo mismo y en la parte lógica, pues mejor ni hablar.
Me fui a mi querido trabajo, como todos los días y me encontré con la desagradable sorpresa de que mi jefe me esperaba para darme las vacaciones que me correspondían. Le dije que no las quería tomar, pero me dijo que debía tomarlas si o si obligadamente. Le insistí, pero aun así no accedió.
¡Vacaciones! Como las odio. Cuando al resto de personas las hace felices y las disfrutan, no es el caso para mí. Yo prefiero pasarme el día en el trabajo, en la barra de atención de la ferretería.
En el trabajo se hacen más cortos mis aburridos días. Si bien todo es rutinario, puedo divertirme un rato con la gente que llega, aunque todo es programado y sigo una pauta todos los días, me divierte jugar con las personas que aparecen. Se acercan a la barra, preguntan por el producto que buscan, si está, lo voy a buscar a la bodega, si por el contrario se que no lo tenemos, también les digo que lo tenemos y es ahí donde empieza mi felicidad, porque aun sabiendo que no está digo que si está, para darle una leve esperanza de haber encontrado lo que necesitaban, entonces me dirijo a la bodega y los hago esperar un buen rato, luego voy donde ellos y les digo que lo teníamos, pero debe haberse vendido ya. Entonces, llega el buen momento del día. Es esa cara, la que me gusta, ese rostro de tonto que ponen cuando se desilusionan. Todo el mundo lo hace y es algo programado que nadie se da cuenta. Algunos con más expresión que otros, pero todos lo hacen sin excepción. Sin duda esos son mis momentos más felices, pero ahora en vacaciones, se invierten los papeles y eso no me agrada. Le pregunto a la vida, oye vida… ¿tienes alguna vida para mí? la ando buscando hace mucho tiempo. Sí, me responde, me parece haber visto una que otra por algún lugar, espera un poco, déjame buscarla. Entonces se marcha y me deja esperando largo rato. Para cuando vuelve disfruta de ver mi cara de tonto ilusionado esperando por ella y luego me dice, ’’lo siento, la ultima que me quedaba se la han llevado’’ y luego sonríe tenuemente.
La pregunta es muy simple y directa, pero lo difícil es buscar a quien dirigírsela y peor aun encontrar la respuesta.
¿Qué hace un extra en vacaciones?