Pulchritudinem

-¡No te muevas tan rápido!

Le gritaban mis pulmones metálicos al débil corazón de fuego. Estábamos tan fervientes cuando sentimos los labios de frambuesa y lavanda de la joven Aurora pasearse siseantes y sonrientes de travesura por mi mejilla.

-No puedo creer que los años fueran justos conmigo. Te he guardado por siglos en la profundidad medular de mi espíritu para que nada ni nadie te quitase de mi polvorienta memoria. Algunas veces salí corriendo en contra del tiempo, atravesé océanos de adversidad y permanecí silencioso en el ocaso. Otras cuantas, me desangré al ritmo de la lluvia, me oculté de los espejos para no ver la opacidad de mi vejez. Y míranos ahora, tu aquí tan refractante a la luz de estas velas, tan cálida y jovial, real, tangible y refrescante; yo avergonzado, entregado a la danza de tu cintura, profundamente dormido en tus marrones pupilas, enérgicamente encantado por el sonido de tu alma.

-Has vivido muy ilusionado, fantaseando mientras las horas te carcomían - dijo

-Sin mentirte Querida, siempre he sabido que tu palma calza orgánica y perfectamente en mi espalda, que eres el clímax de esta sinfonía metafísica para la eternidad.